El silencio de fuego y sangre

Capítulo 25: El Último Amanecer

El reino se había reconstruido, paso a paso, piedra a piedra, con el sudor de aquellos que creyeron en el futuro que Lyria y Kael les ofrecieron. El cielo, que antes había sido testigo de la destrucción, ahora se abría paso con un resplandor de luz, como si el sol mismo reconociera los esfuerzos de aquellos que se habían levantado de las cenizas.

Lyria caminaba por los pasillos del castillo recién restaurado, sus pasos ligeros pero decididos. La guerra había quedado atrás, pero los ecos de sus heridas aún resonaban en cada rincón del reino. A lo largo de los meses, las razas habían comenzado a aceptarse, aunque la paz era un proceso lento y constante. Había habido batallas, discusiones y desafíos, pero nunca había dejado de existir la esperanza de que el sacrificio de tantos valiera la pena.

Ella llegó al balcón que daba al vasto paisaje, ahora verde y vibrante, con campos que se extendían hasta el horizonte. En ese lugar, donde antes había dolor y tristeza, había vida. La visión que tenía ante sus ojos era una muestra del cambio, una prueba tangible de que la humanidad, las criaturas y todos aquellos que una vez habían sido enemigos podían convivir en armonía.

Kael se acercó a ella en silencio, su figura imponente, pero su rostro mostraba una calma que nunca antes había tenido. La guerra, el sufrimiento y el dolor habían dejado su huella en él, pero con cada día que pasaba, también lo hacía su transformación. Ya no era el hombre que había sido cuando la conoció, lleno de ira y desconfianza. Ahora era alguien dispuesto a entregar todo por el futuro de su gente.

Se detuvo a su lado, mirando el paisaje que ella observaba.

— Lo hemos logrado — dijo, su voz suave, pero llena de la misma determinación que los había guiado hasta aquí. — Después de todo lo que hemos pasado, al final logramos construir algo... algo que valga la pena.

Lyria ascendiendo, sus ojos fijos en el horizonte.

— No lo logramos nosotros solos. Fue cada uno de los que creyeron en nosotros, en lo que podíamos hacer. Lo logramos porque cada uno de ellos dio un paso hacia lo desconocido, hacia la unidad.

Un silencio se instaló entre ellos, uno lleno de reflexión y gratitud. Después de todo lo que habían sufrido, lo que habían perdido, al final todo había valido la pena. El reino estaba unido, no porque todos estuvieran de acuerdo en todo, sino porque se había aceptado la diversidad, la diferencia y, lo más importante, el derecho de cada criatura a vivir en paz.

— ¿Crees que todo ha terminado? — preguntó Kael, su mirada fija en el castillo, que una vez fue su hogar, ahora renovado.

— No — respondió Lyria —, esto es, solo el comienzo. La paz nunca es algo que se logra una sola vez. Debemos seguir luchando por ella cada día. Debemos enseñar a las nuevas generaciones lo que significa vivir juntos, sin importar nuestras diferencias.

— A veces temo que no estamos listos para lo que viene. A veces pienso que las sombras del pasado siempre estarán con nosotros — Kael la miró, sintiendo el peso de sus palabras.

— Las sombras del pasado siempre existirán. Pero eso no significa que tengamos que vivir en ellas. Nosotros decidimos caminar hacia la luz, Kael. Y mientras lo hagamos, la oscuridad nunca será más fuerte que nuestra voluntad. — Lyria giró hacia él, tocando suavemente su brazo. Kael suena levemente, su mirada suavizándose. — Entonces caminaremos juntos, siempre.

El sonido de los pasos en el pasillo los interrumpió, y ambos se volvieron para encontrar a Silas, quien había sido uno de los pilares más importantes en su lucha. Su rostro estaba sereno, pero su mirada era profunda, llena de los secretos que solo los años podían ofrecer.

— La gente está lista para escuchar lo que tienen que decir — dijo, su voz grave y segura.

Lyria ascendió y, con Kael a su lado, ambos se dirigieron hacia la sala de audiencias. Este día no solo marcaría el final de una guerra, sino el inicio de un nuevo capítulo para todas las razas del mundo. Era el día en que el reino finalmente se uniría, y la paz, aunque frágil, comenzaría a tomar forma.

Al entrar en la sala, encontraron a los representantes de todas las razas esperándolos. El aire estaba cargado de expectativas, pero también de un profundo respeto. El viaje no había sido fácil, y cada uno de los presentes sabía que aún quedaba mucho por hacer. Pero lo que los unía en ese momento era algo que ningún conflicto podría destruir: la creencia en un futuro mejor.

Lyria se adelantó y, con voz firme, comenzó a hablar.

— Hoy no estamos aquí para hablar de nuestras diferencias, sino de lo que nos une. No estamos aquí para pedir perdón por los errores del pasado, porque sabemos que no podemos cambiar lo que ya ocurrió. Pero sí podemos construir lo que vendrá. Hoy, comenzamos una nueva era, una era de unidad, de comprensión y de respeto mutuo.

Kael dio un paso hacia adelante, su presencia poderosa, pero serena.

— No seremos perfectos. Cometeremos errores. Pero mientras estemos dispuestos a aprender, mientras estemos dispuestos a poner el bienestar de todos por encima de nuestros propios deseos egoístas, entonces tendremos una oportunidad de vivir en paz.

El silencio que siguió fue profundo. Nadie interrumpió, nadie objetó. Las palabras de Lyria y Kael resuenan en los corazones de todos los presentes. Sabían que lo que proponían no sería fácil, pero también sabían que era necesario. El sacrificio de tantas vidas no podía ser en vano. Las criaturas del mundo, grandes y pequeñas, merecían algo mejor.

Finalmente, un hombre lobo se adelantó, seguido de otros representantes. Sus ojos brillaban con una mezcla de esperanza y aceptación.

— Haremos lo que sea necesario para que esta paz perdure — dijo el líder de los hombres lobo, su voz grave, pero llena de sinceridad. — Por el bien de todos.

Un murmullo de aprobación recorrió la sala. El principio de la unidad había sido aceptado, la guerra había terminado, y ahora solo quedaba un camino: el de la construcción.




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