El Silencio de las Auroras

Capítulo 10: El Despertar

Anya se despertó. No con un sobresalto, ni con un despertar brusco. Fue un despertar gradual, como si estuviera emergiendo de un sueño profundo. Abrió los ojos lentamente, observando las paredes blancas de la habitación. Un cálido rayo de sol entraba por la ventana, iluminando un pequeño ramo de flores silvestres sobre la mesita de noche.
- "¿Dónde estoy?" murmuró Anya, sintiendo una confusión que la inundaba por completo.
Un leve crujido la hizo girar hacia la puerta. Allí, de pie, estaba Kaelen. No la luz verde fantasmal, no el espíritu del norte, sino el hombre que había conocido en Svalheim. Su rostro estaba iluminado por la luz del sol, su sonrisa cálida y acogedora.
- "Estás en casa, Anya", dijo Kaelen, con una voz que le llegó al corazón. "En tu hogar."
Anya sintió que el mundo se tambaleaba a su alrededor. "¿En casa?" preguntó, sintiendo un miedo que se mezclaba con la confusión.
- "En Svalheim, Anya", respondió Kaelen, con un tono tranquilo y sereno. "¿No recuerdas?"
Anya intentó recordar, pero su mente estaba llena de imágenes borrosas, de sueños extraños, de un viaje a un mundo mágico.
- "¿Qué pasó?" preguntó Anya, con un tono de desesperación. "¿Cómo llegué aquí?"
Kaelen se acercó a ella y le tomó la mano con cariño. "Tuviste un sueño muy real, Anya. Un sueño tan intenso que creíste que eras parte de él. Pero no eras parte de él, Anya. Eras tú. Eras Anya, la artista que vino a Svalheim en busca de inspiración."
- "Pero... las auroras, Kaelen", dijo Anya, con la voz llena de confusión. "Yo estaba con las auroras, era parte de ellas."
Kaelen la miró con una sonrisa comprensiva. "Tu imaginación es muy poderosa, Anya. La belleza de las auroras te inspiró, te cautivó, te llevó a un mundo mágico. Pero ese mundo era solo un sueño, Anya. Un sueño que te ayudó a encontrar tu propia luz."
Anya se quedó en silencio, con la mente llena de dudas. "¿Cómo puedo saber si eso fue real o no?" preguntó, con un tono de desconfianza.
- "La realidad, Anya, es lo que vives, lo que sientes, lo que te inspira. Y tú, Anya, eres una artista. Tu arte es real, tu pasión es real, tu inspiración es real."
Kaelen le tendió un pequeño cuaderno. Anya lo reconoció al instante. Era el cuaderno que había llevado a Svalheim, el cuaderno que había llenado de dibujos y bocetos.
- "Mira, Anya", dijo Kaelen, con un tono de emoción. "Tus dibujos son hermosos. Son tan reales como las auroras que soñaste."
Anya abrió el cuaderno y observó sus dibujos. Se quedó asombrada. Los colores, las formas, la energía, todo era tan real como el mundo que había soñado.
- "Pero... ¿cómo puedo saber que esto no fue un sueño?" preguntó Anya, con un tono de incertidumbre.
Kaelen la miró con una mirada profunda y llena de amor.
- "Anya", dijo Kaelen, con un tono que le llegó al corazón. "Lo que realmente importa es que tu alma haya experimentado la magia, que tu corazón se haya llenado de luz, que tu vida haya encontrado un nuevo sentido. Y eso, Anya, es real."
Anya se quedó en silencio, observando a Kaelen. Su corazón le decía que había experimentado algo especial, que había estado en un viaje mágico, que había encontrado un amor que la había transformado por completo.
- "Tal vez fue solo un sueño", dijo Anya, con un tono de tristeza.
- "O tal vez", respondió Kaelen, con un tono de esperanza, "tal vez fue el comienzo de una nueva aventura."
Anya sintió que su corazón se llenaba de una nueva esperanza, una esperanza que le decía que su viaje al norte no había terminado. Sabía que había encontrado algo especial, algo que la había cambiado para siempre. Y aunque no podía estar segura de qué había sido real o qué había sido un sueño.




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