—¿La primera señal? —preguntó la mayor— La primera señal fue orina.
El mayor Rameau esbozo una pequeña sonrisa que no lo hizo nada de gracia a la anciana.
—¿No me cree? —escupió las palabras con asco— En mi casa sólo somos tres mujeres, yo, mi hija Lila y mi nieta Dalia, sabemos orinar sentadas oficial Rameau, por eso le digo que la orina fue la primera señal de que algo no andaba bien.
—No entiendo a donde quiere llegar —dijo Erbert cansado por haber pasado la tarde interrogando a la anciana, en lugar de pasarlo entre las piernas de su amada Amelía.
—De un momento a otro empezaron a aparecer salpicaduras de orina en la tapa del baño, primero pensé que era agua, pero se fueron haciendo más y más amarillas conforme pasaban los días... ¡Eso era orina, y era de un hombre!... De uno enfermo que empeoraba cada vez más.
—¿Y entonces encontraron al hombre y lo mataron, por usar su baño sin permiso? —dijo el alférez Dula en tono burlón.
La anciana lo miró con repulsión y omitió su presencia, hablando solamente con Rameau.
—Ese hombre vivía en nuestra casa, no sé como ni en donde se ocultaba, pero él vivía ahí... Hace un mes me empecé a dar cuenta que faltaban cosas en mi despensa, pensé que Lila se las había llevado a algún lugar, pero ella no sabia nada, Dalia tampoco, mis sospechas se hicieron cada vez más fuertes.
—Señora Blomst, lo único que nos interesa saber, es si ustedes mataron o no al hombre. ¿Lo hicieron? —intervino nuevamente Dula.
—No... ¡Acaso no me ve!... Soy una anciana, mi hija a sufre de dolores de espalda todos los días, y mi pobre nieta es tan flacucha que a penas puede con su cuerpo. ¿Cómo podríamos haber matado de esa forma tan grotesca, a un tipo de casi dos metros?.
—Tiene razón —suspiró Dula.
—Yo no estoy tan convencido de su convalecencia señora Blomst, no se ofenda, pero no le creo —dijo Rameau— Ahora vuelva a casa, pero voy a volver a interrogarla dentro de poco.
La anciana no disimuló su fastidio, agarró su bolso con desprecio y salió de la oficina lo más rápido que su cojera le permitía.
—¿Usted cree que ellas lo hicieron? —le preguntó Dula a su superior.
—No lo sé, no podría asegurarlo, pero tampoco lo negaría, esas tres mujeres esconden algo, y tenemos que averiguar que cosa es.