Eran las 3:35 de la madrugada cuando el sueño abandonó los fauces de Ehud, nuevamente había soñado con la flamante pelinegra, la preciosa Elizabeth Chow parecía esforzarse en no abandonar su subconsciente.
El joven policía aún podía evocar el olor a lavanda y fresas que desprendía el cabello de la muchacha, a veces incluso era capaz de recordar su suavidad, podía percibir esas suaves ondas enredadas entre sus dedos en aquél entonces débiles y torpes. Pero era en vano seguir pensando en ella, sólo una absurda perdida de tiempo, la joven estaba muerta y él en persona se había encargado de eso.
El canto de un gallo raquítico a la distancia logró sacarlo de sus pensamientos, unos débiles rayos de luz de filtraban por algún lugar de la habitación dejándole ver el pequeño calendario que siempre estaba junto a su cama, era jueves, el día en que Julius Hal Brett sería interrogado sobre el asesinato en tierras de las Blomst.
Al salir de la habitación encontró a la vieja Gardenia en la cocina, sacándole la goma a varias hojas de áloe vera.
-¿Para qué va a usar eso? -preguntó a modo de "buenos días".
-Es para Amelita, no ha podido dormir bien desde hace unos días -respondió sin dejar de rebanar la planta con una agilidad increíble para su edad.
-Ella no me ha comentado nada al respecto.
-A mi tampoco, pero la he sentido llorar por las noches. Aunque no lo crea, tengo un oído bastante fino, siempre puedo confiarme de lo que oigo -algo en el tono de la anciana había cambiado, ahora parecía amenazante, pero el alférez no se explicaba el motivo, aludió sus sospechas a una paranoia causada por el mal sueño- Supe que hoy van a interrogar al tal Hal Brett- continuó la vieja.
-Eh... Sí, será en la mañana, espero que podamos obtener algo nuevo para el caso -dijo él, cuidando no decir nada que involucre el secreto policial.
-¿Sabía que hace tiempo él era el obispo de Palazzo?
-¿Es sacerdote? -preguntó incrédulo.
-Era, lo echaron de aquí hace como veinte años. Todo el pueblo lo amaba, incluso yo le tenía fe, en ese tiempo mi hija era joven, ella estaba teniendo pensamientos poco apropiados, yo no sabía como hablar con ella, por más que intentaba explicarle nuestra forma de vida... Lila parecía arrastrada por el pecado. Busqué ayuda en el tal Hal Brett, él le daba charlas, pensé que la estaba ayudando.
-¿La señora Lila y Hal Brett eran cercanos?
La vieja sonrió socarronamente, le daba gusto haber logrado captar la atención del joven. Una idea es como el veneno, una vez que entra en ti, puede llegar a matarte, y precisamente ese era el objetivo de la mayor.
-Sí... Sí... Cercanos -ironizó- Eran muy cercanos, ella le tuvo mucha confianza, incluso llegué a pensar que ese hombre era el padre de aquella criatura.
-¿De Dalia?
-Exacto, a él lo echaron de aquí por comportarse inapropiadamente con una novicia, poco tiempo después de su partida nació esa pobre muchacha, mi hija supo ocultar muy bien ese embarazo. Cuando volví de Franker aquella noche, encontré a Lila ensangrentada sobre la cama de una de las habitaciones de alquiler, tenía a la pequeña aún entre las piernas y hubiese muerto si seguía sin recibir ayuda.
Toda esa nueva información se mezcló de forma vomitiva en la cabeza de Ehud, aunque tenía muchas preguntas, las dejó para después, pasó del desayuno y se apuró en llegar a la comisaría.
Era tan temprano que aún ningún policía estaba de guardia, sólo en pueblos como estos los uniformados pueden darse el lujo de descansar por las noches, Damnum repasó la situación otra vez, los puntos claves habían cambiado, Rameau tal vez no era el padre de la menor de las Blomst, tal vez el padre era este antiguo predicador. ¿Pero en qué afectaba eso al caso? Tal vez Lila "disfrutó" de su libertad sexual más de lo que había imaginado, eso no era un delito, pero algo le decía que Dalia era la última pieza de este rompecabezas, que la flacucha desgarbada le ayudaría a resolver este crimen.
-¿En qué piensas tanto Damnum? -susurró Dula.
-¡Dula! -exclamó sobresaltado- Me hiciste asustar, no estaba pensando en nada. Bueno, en un par de cosas, pero no son de importancia.
-¿Es sobre el interrogatorio de hoy?
-Algo así. Pero no es muy importante... Cuando llegué dijiste que habían personas que decían que Dalia Blomst era hija del mayor Rameau.
-Tal vez es solo un rumor, ¿por qué de pronto te interesa saber quién es el padre de esa muchacha?
-No es que me interese... Es... Sólo dime ¿por qué hay gente que lo piensa?
-Porque él vivía con las Blomst en ese tiempo... ¡No lo sé!
-Ya -divagó.
El chirrido de la puerta trasera dio por terminada la plática de los policías, era el alférez Curé quien tenía la extraña costumbre de pasar de la puerta principal.
Horas más tardes, Hal Brett llegó a la delegación, su ropa desprendía un asfixiante olor a lavanda, era tan insoportable que durante el cuestionario tuvieron que mantener abierta la puerta de la salita de interrogación.