*“El bosque no olvida. Solo espera.”*
ARCO l:ECOS DEL BOSQUE..
El mapa seguía temblando entre sus dedos como si latiera. La tinta roja que lo delineaba parecía fresca, caliente, casi viva. Marcaba un punto en el corazón del bosque, rodeado por un círculo que no era de árboles, sino de cuervos dibujados en vuelo eterno. En su centro, una figura… una silueta igual a la suya.
—¿Quién soy? —preguntó por primera vez.
Y el silencio respondió con viento.
Un sonido. Sutil. El primero real en lo que parecía ser una eternidad. El susurro de ramas rotas. Alguien —o algo— lo seguía. No giró de inmediato. Su cuerpo sabía lo que su mente aún temía: hay presencias que no quieren ser vistas, sino recordadas.
Se obligó a mirar.
Nada.
Solo un árbol desgarrado en su base, como si algo hubiera salido de él.
Volvió a mirar el mapa. Pero ya no estaba en su mano. Había desaparecido. Como si jamás hubiera existido.
El cuervo de ojos rojos lo observaba desde lo alto de la puerta. Graznó por primera vez. Un sonido rasgado, largo, como si la garganta del mundo se abriera. Y tras ese grito, una nueva visión: la imagen de una jaula. Una jaula gigante en mitad del bosque, hecha de huesos.
—Ahí empieza la verdad —susurró una voz dentro de él.
Caminar. Eso era todo lo que podía hacer.
El camino hacia el centro se volvió más estrecho. El bosque se cerraba, como si lo advirtiera. Las raíces se elevaban del suelo, las ramas rozaban su cabeza. A veces, juraba escuchar risas, pequeñas y lejanas, como de niños jugando… o burlándose.
Un claro se abrió ante él. En su centro, una jaula. Tal como la había visto. Alta, formada por costillas gigantescas, atadas con cuerdas negras. Dentro, una figura sentada. Inmóvil. Humana. Atada por cadenas hechas de plumas.
Se acercó.
La figura levantó la cabeza.
Era él.
No un reflejo, no un doble. Era *él*. Más joven. Más humano. Con los ojos cerrados y la boca cosida con hilos de sombra.
—¿Qué eres? —preguntó.
El prisionero no respondió. No podía. Pero las cuerdas de plumas comenzaron a arder, una a una. Y cuando la última se convirtió en ceniza, la jaula se desmoronó.
El doble se levantó. Lo miró. Y sus ojos estaban vacíos.
—Fuiste tú quien lo hizo —dijo con voz hueca—. Fuiste tú quien lo selló.
—¿Sellé qué?
—El silencio.
Y entonces la tierra tembló.
Los árboles se arquearon hacia el suelo. Los cuervos descendieron por cientos, envolviéndolos. Uno de ellos le entregó algo con el pico: una pluma negra y un espejo.
Miró su reflejo. No tenía rostro. Solo sombra. Solo una máscara hecha de su propio miedo.
El doble comenzó a desvanecerse. Pero antes de irse, susurró:
—El bosque no olvida. Solo espera. Y tú ya has tardado demasiado.
Todo volvió a oscurecerse. Y esta vez, no hubo cuervos.
Solo el eco de su propia voz en la nada.
"Algunas verdades solo se oyen en silencio.. "
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psicologia misterio, pasado oculto, desconfianza a los desconocido
Editado: 18.09.2025