El Silencio De Los Cuervos

CAPÍTULO 8 "EL ROSTRO DE LOS CUERVOS"

ARCO l:ECOS DEL BOSQUE..

Elías avanzó entre árboles que ya no eran árboles. Eran figuras torcidas, como si el bosque hubiera intentado imitar cuerpos humanos con corteza y raíces, y hubiera fracasado cruelmente. Algunos susurraban. Otros sangraban resina negra. Uno de ellos, al pasar, murmuró su nombre. No como un saludo. Como un recuerdo.

El libro ya no ardía. Estaba frío. Pesado. Al abrirlo, una sola palabra palpitaba en una página: Silas.

Un eco se desató en su pecho. No era solo un apellido. Era una herida.

Las imágenes regresaron sin pedir permiso: su madre gritando entre humo; su hermana, pequeña, aferrada a una máscara de cartón hecha por él mismo para un carnaval que nunca llegaron a celebrar. Y su padre… una sombra más grande que el fuego, que lo arrastró hacia la oscuridad mientras decía: “No todos merecen ser salvados, hijo. Aprende eso antes de que el bosque te lo enseñe.”

Elías cayó de rodillas.

El suelo respondió. No con dolor, sino con apertura. Una grieta se formó frente a él. Del interior surgió un pedestal de piedra, y sobre él, la máscara.

La verdadera.

No la de madera que había llevado. Esta era distinta. Hecha de plumas y metal ennegrecido. Los ojos eran profundos, vacíos. Al tocarla, el mundo tembló.

El cuervo descendió.

Pero esta vez no lo hizo en silencio. Habló.

—¿Sabes por qué no recuerdas cuándo te la pusiste?

Elias negó.

—Porque no fuiste tú quien la eligió.

El cuervo giró la cabeza, y por un instante, su plumaje se abrió revelando algo oculto: un rostro humano. Era el suyo. Pero más joven. Más furioso. Más perdido.

—Esta máscara fue creada con un solo propósito: contener tu grito. El primero. El que ahogaste cuando viste morir todo lo que amabas y decidiste callar.

Elías tembló. El peso del silencio lo asfixiaba. La máscara lo llamaba.

—¿Y si me la pongo de nuevo? —susurró.

—Entonces nunca hablarás. Nunca sanarás. Serás solo un eco más del bosque.

El libro se abrió solo. En su última página, su nombre estaba escrito con tinta viva:

Elías Silas.

El cuervo se alejó.

Y el bosque, por primera vez, pareció escuchar....




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