El Silencio De Los Cuervos

CAPÍTULO 10"EL FIN DEL ECO"

ARCO l:ECOS DEL BOSQUE..

> “El silencio no desaparece. Se transforma. Y a veces… grita.”

Elías atravesó el umbral. No fue un paso físico. Fue una caída interna. Como si se hubiera dejado caer dentro de su propia historia, esa que el bosque le obligó a mirar sin máscaras.

Del otro lado, no había fuego, ni árboles, ni espejos. Solo un cielo de ceniza, cruzado por sombras con alas. Cuervos. Cientos. Suspendidos como pensamientos sin expresar, detenidos en el aire, quietos, observándolo.

Sus pies se apoyaban sobre una superficie que no era tierra. Era piedra tallada con inscripciones que temblaban. Cada palabra en ese suelo era un fragmento de su vida que no había pronunciado. Un nombre, una disculpa, un grito que eligió callar.

Y todos ardían ahora bajo sus pasos.

El libro colgaba de su hombro, inerte. No necesitaba abrirlo. Ya sabía lo que contenía.Su historia.

Y al centro del espacio, como un altar final, estaba la máscara de plumas negras. No la falsa. La verdadera. Ahora tenía ojos. Latía como si esperara a alguien que se animara a usarla no para esconderse, sino para enfrentarse.

Elías no la tocó.

—No vine a callar más —dijo.

Los cuervos batieron las alas al mismo tiempo. Un sonido que no era sonido. Era lenguaje. Era anuncio.

Elías alzó la campana. La sostuvo en alto, y no la tocó.

—Esto no termina con mi voz. Empieza con ella.

Y entonces gritó.

No fue un grito de miedo. Fue uno ancestral. Crudo. Profundo. El grito de alguien que por años fue silencio. Un rugido humano, infantil, adulto. Un rugido que quebró la máscara sin tocarla. Que hizo sangrar el cielo.

Los cuervos descendieron en espiral. No lo atacaron. Revolotearon a su alrededor. Y uno, el más grande, se posó sobre su hombro. No tenía ojos. Tenía espejos.

Elías lo miró. Y por fin, se vio a sí mismo. No como fue. No como su padre quiso. Sino como era.

El suelo se partió.

El bosque crujió en un lamento. Un último suspiro.

Y todo se desvaneció.

Cuando abrió los ojos, estaba en un claro. El cielo era rojo. El bosque, diferente. Ya no dormía. Ahora se movía.

Y en el horizonte, cuervos volaban sin rumbo. Gritaban. Llamaban.

Elías se puso de pie. El libro seguía con él. Pero ya no era un peso. Era una promesa.

Y así, con la campana muda, sin máscara, y con voz propia, Elías Silas dio su primer paso hacia el nuevo bosque.

Hacia el grito.

> Fin del Arco I: El eco del bosque




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.