Arco III — La Elegía de los Cuervos
“Cuando el alma sana, también sangra la tierra que la sostuvo.”
El amanecer se derramaba sobre el claro como una herida que aprendía a cerrar.
Elías caminaba entre los árboles con paso lento, cada respiración suya parecía despertar algo dormido en el suelo. Donde antes había ceniza, ahora crecían flores pequeñas, de pétalos grises y luz interior, como si guardaran en su interior fragmentos del fuego antiguo.
El bosque lo seguía. No como un eco, sino como un corazón que latía al mismo ritmo.
Podía sentirlo: cada raíz, cada hoja, cada sombra respiraba su historia. Ya no era solo el testigo de un pasado, sino parte del tejido que lo reconstruía.
Sin embargo, entre el murmullo del viento, comenzó a oír voces. No eran de los vivos.
Eran susurros antiguos, nombres, promesas, gritos que alguna vez quedaron atrapados entre las ramas.
Elías se detuvo junto a un tronco quemado. En su corteza, vio aparecer letras que se formaban solas, como si la madera recordara:
“Aquí cayó la palabra que nunca dijimos.”
Elías apoyó su mano sobre el árbol.
El contacto lo estremeció. En un instante, vio imágenes cruzar su mente: el bosque ardiendo, los rostros de los que se perdieron, las voces que el silencio devoró. Pero, junto al dolor, había ternura.
Cada pérdida había tenido un sentido.
Cada sombra había sido una raíz.
Elías cayó de rodillas. No lloraba; el bosque lo hacía por él.
La lluvia comenzó a caer, suave, densa, limpiando la tierra y las cenizas. Los cuervos giraban en círculos sobre el cielo gris, pero esta vez sus alas dejaban un rastro de luz.
Entonces lo entendió:
el bosque no moría ni renacía. Recordaba.
Y en ese recuerdo, él también se completaba.
La mujer sin voz apareció nuevamente, bajo la lluvia. Su cabello pegado a la piel parecía tejido de sombras. Sonrió con la tristeza de quien comprende lo inevitable y escribió sobre el aire una sola palabra:
“Continuar.”
Elías asintió.
Sabía que la elegía aún no había terminado.
Porque recordar no era revivir…
Era seguir caminando con lo que dolió, pero ya no duele igual.
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psicologia misterio, pasado oculto, desconfianza a los desconocido
Editado: 08.11.2025