🕯️ Arco III — La Elegía de los Cuervos
“No hay peor condena que recordar lo que nunca fue tuyo.”
Elías caminaba sin rumbo.
Cada paso resonaba como si el suelo tuviera memoria.
El bosque había vuelto a cambiar: los árboles ya no eran troncos, sino columnas cubiertas de palabras, nombres antiguos tallados en una lengua que no reconocía.
Al rozarlos, escuchaba susurros que lo llamaban por otros nombres: Elior, Sil, Elian, Nadie.
Cada nombre sonaba como una herida distinta.
Intentó taparse los oídos, pero las voces no venían de fuera.
Venían de adentro.
Del reflejo.
—Deja de resistir —susurró aquella voz, grave y distante—.
Cada nombre que oyes fue un intento de ser. Todos fallaron.
Déjame mostrarte el verdadero.
Elías se detuvo frente a una piedra cubierta de musgo.
Había algo escrito, pero no con tinta: con sangre seca.
Era su nombre, otra vez, pero borrado a medias, como si alguien hubiera querido arrancarlo del mundo.
ELÍ—
El reflejo rió dentro de él.
—Ni siquiera el bosque sabe cómo llamarte.
¿Crees que el libro te dio identidad? No. Solo te recordó el límite.
Elías apretó el libro contra su pecho. Lo sintió más caliente que nunca, como si ardiera desde dentro.
Las páginas se movieron solas.
Y de entre ellas cayeron pedazos de espejos, pequeños, afilados, deformes.
Cuando miró uno, vio a la mujer sin voz.
Estaba parada entre las columnas, observándolo con una tristeza infinita.
Sus labios no se movían, pero sus ojos lo gritaban todo.
“Escúchate antes de perderte.”
El reflejo habló sobre sus pensamientos, como un eco maldito:
—Ella no puede salvarte. Solo puede recordarte lo que destruiste.
Elías cayó de rodillas. El suelo latía bajo él, como si respirara.
Vio manos saliendo de la tierra, hechas de sombra, intentando tocarlo, traerlo de regreso.
Reconoció entre ellas los rostros del joven vendado, del anciano que le habló del fuego, de sí mismo a diferentes edades.
Todos lo miraban con el mismo ruego: “Recuerda.”
Elías gritó, pero su voz se rompió.
El reflejo habló por él.
—Ahora entiendes por qué los nombres duermen.
Porque cuando despiertan… el alma sangra.
Todo se volvió negro.
El bosque, los ecos, las columnas, el cielo.
Solo quedó el sonido de las alas.
Y en medio de esa oscuridad, una frase resonó, más antigua que el propio silencio:
“Cuando el último nombre despierte, el bosque callará.”
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psicologia misterio, pasado oculto, desconfianza a los desconocido
Editado: 08.11.2025