Él Silencio de los Olvidados

El Portador de la Sombra

Capítulo 27:

Eloísa no se movía.

Daniel respiraba. Pero algo dentro de él… no era él.

La luz en su pecho se desvanecía lentamente, como una brasa consumida. Y cuando abrió los ojos por completo, la caverna pareció encogerse, como si temiera aquello que acababa de despertar.

—¿Daniel? —susurró Eloísa, su voz rota.

Él giró la cabeza hacia ella. Sonrió.

Pero no era su sonrisa.

Era demasiado tranquila.

—Estoy bien —dijo—. Por ahora.

El eco de su voz se sentía doble. Como si hablase acompañado de alguien más, alguien que no estaba allí físicamente… pero sí dentro.

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Fuera del santuario, la noche había caído sobre Valcarria con una densidad irreal. Las estrellas se escondían. Las nubes formaban espirales lentos y negros sobre la montaña. En la cima, donde los antiguos erigieron las piedras del pacto original, el Culto de las Ofrendas aguardaba.

La Alta Oradora tenía los brazos abiertos hacia el cielo. Desnuda, cubierta de símbolos y sangre, hablaba una lengua que ya no se usaba ni en los sueños.

A su alrededor, decenas de seguidores, algunos en trance, otros llorando, repetían las palabras de la invocación:

—"El Portador ha sido marcado…"
—"La sombra despierta…"
—"Tháegor no volverá, porque ya camina entre nosotros…"

Los vientos cambiaron de dirección. La montaña tembló.

Uno de los iniciados se desplomó, sangrando por los ojos.

—Ha comenzado —dijo la Alta Oradora, sonriendo—. Y él… no puede huir de sí mismo.

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Daniel caminaba fuera de la cueva, acompañado por Eloísa, que no se atrevía a tocarlo.

—¿Qué pasó ahí abajo? —le preguntó.

Daniel no respondió de inmediato. Su mirada estaba en el cielo. Una parte de él parecía distraída… escuchando algo más.

—Lo sellé —dijo al fin—. Pero no como esperaban. No lo destruí. Me lo llevé conmigo.

Eloísa lo miró horrorizada.

—¿Lo llevaste… dentro?

—No tenía opción. Si el corazón seguía latiendo, seguirían viniendo. Pero si su esencia está atrapada… pueden creer que todo ha terminado.

Ella retrocedió.

—¿Y si él despierta dentro de ti?

Daniel la miró. Por un segundo, su rostro cambió. Los ojos ardieron. Las venas del cuello se marcaron como grietas.

Pero luego… volvió a la calma.

—Entonces, deberás matarme.

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Mientras descendían por el sendero de regreso al pueblo, algo los observaba.

Entre las piedras del bosque, en los ojos de los cuervos. En el viento que arrastraba palabras muertas.

Valcarria ya lo sabía.

El Heredero había sido elegido.

No por el culto.

Ni por el destino.

Por la sombra misma.




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