Él Silencio de los Olvidados

El Eco de lo No Dicho

Capítulo 35 :

Valcarria amaneció bajo una niebla densa.

La tormenta había cesado, pero las calles seguían vacías, como si la ciudad entera contuviera el aliento. Los árboles goteaban barro, los postes de luz chispeaban, y en las ventanas, los más viejos murmuraban que algo había cambiado. Que el silencio ya no era igual.

Daniel caminaba entre los restos de lo que había sido el antiguo corazón del culto. El solar donde antes se alzaba el templo estaba ahora cubierto de tierra revuelta, como si nunca hubiera existido. Ni los registros, ni las cámaras, ni siquiera los planos municipales lo mencionaban ya.

Pero él lo recordaba.

Él lo vivió.

Eloísa no hablaba mucho. Había sobrevivido, sí, pero algo dentro de ella se había ido. Se miraba las manos con recelo. A veces se despertaba gritando nombres que nunca pronunció en voz alta. A veces decía que la piedra sigue allí, que aún lo observa desde los árboles. Daniel simplemente le respondía con una mirada cansada. Él también lo sentía.

Porque aunque había destruido el medallón, había liberado más de lo que esperaba.

Había voces nuevas en el viento.

No las de los olvidados. Sino las de los que estaban por venir.

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Una semana después, Daniel entró al despacho de su madre por última vez.

Todo seguía intacto: la silla, las carpetas, el retrato antiguo de la familia Rivas. En un cajón oculto, encontró un cuaderno que no recordaba. Era de ella. Lo había escrito antes de su desaparición. En cada página, hablaba de profecías, de sueños rotos, de una verdad imposible de narrar. Y en la última página, solo una frase:

> "Si despiertas lo que duerme… no vuelvas a dormir."

Daniel cerró el cuaderno sin decir nada.

Lo guardó.

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Afuera, la vida continuaba.

El culto se desintegró en la sombra, como si su único propósito hubiese sido preparar ese momento. Nadie fue juzgado. Nadie confesó. Los cuerpos que habían desaparecido seguían sin aparecer. Y sin embargo, en los rincones oscuros de Valcarria, los niños jugaban a algo nuevo.

Un juego sin nombre.

Un juego donde se invocaba a quien escucha desde el umbral.

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Esa noche, Daniel volvió al bosque.

No por respuestas.

Solo para estar allí, donde todo comenzó. Donde la tierra aún susurraba lo que los hombres callaban.

Cerró los ojos. Escuchó el viento.

Y por primera vez… sintió que no estaba solo.

Ni perdido.

Ni maldito.

Solo era parte de algo más grande.

Algo que no necesitaba explicación.

Algo que despertó.

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Fin




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