El silencio de Raimond.

Bañeras

Vanessa se despertó tarde, se sentía todavía muy cansada, pero los mocos se habían ido. Se vistió con premura, pero haciendo uso de su cordura guardó la calma para el resto de su aseo personal, arregló su cama, acomodó sus zapatos y se puso unos jeans, acompañados de una blusa de tirantes y su bata.

Aunque creía que eran alrededor de las 10, resultó que aún no daban las nueve, las ventanas estaban descubiertas de nuevo, pero la cortina tapaba la luz, el sueño había sido increible, la temperatura del ambiente un regalo, Raimond accionaba los mecanismos, pero el ruido era casi imperceptible, y el Sol no alumbraba directamente.

El doctor Raimond había desayunado ya, pero ya no había rastro alguno de él en la cocina, pero había recogido algunas latas, sacado la fruta podrida, y lavado los trastes, terminando el trabajo que Vanessa había iniciado un día anterior.

Sobre la mesa que servía de comedor, pero que no lo era por el tamaño y la incomodidad estaba una nota del doctor.

"Espero que tu descanso haya sido el adecuado, he ordenado comida, me caes mejor que ayer, Annie ha llamado, puedes dejar la limpieza de lado, si no te molesta trabajar en el desorden, arriba hay un estudio que no utilizo, y está la biblioteca, claro, si deseas continuar husmeando, espero que hagas menos ruido, porque me intriga un poco, y a veces me logras desconcentrar." -Raimond.

Era un desayuno compuesto por fruta fresca, hot cakes, y huevos con tocino, estaba caliente, y olía delicioso, había también jugo de naranja recién exprimido.

Lo primero que Vanessa hizo esa mañana mientras desayunaba, fue llamarme, se escuchaba emocionada, estaba agradecida por mi llamada a Raimond, y prometió avisarme de cualquier situación que llegara a incomodarla, me sentí profundamente aliviada.

Vanessa estaba decidida a que el doctor Raimond centrara su atención en ella, o que al menos su proyecto fuera su segundo mayor interés mientras se encontraba ahí, ignorando la indicación sobre el ruido, y esperando que él le pusiera algo de atención puso esfuerzo en comenzar a trabajar, no sin antes terminar de limpiar la casa, que no le llevó mucho tiempo, pues con lo avanzado el día anterior, y lo que Raimond había echo, ya era una simple cuestión de algunos detalles.

Una vez hubo terminado, recorrió la amplia biblioteca, tenía 13 libreros, que estaban rodeando tres de las cuatro paredes, la cuarta tenía una enorme ventana que daba al patio del lado sur, que estaba rodeado por un muro, y tenía la vegetación demasiado espesa, fruto de la falta de atención a esa área de la casa. Estaba también la piscina, muy sucia, cerca de la mesa para tomar el té.

El sol entraba dejando con su llegada, calor e iluminación a la estancia, que estaba decorada con muy buen gusto, con sillones individuales en color vino, paredes en color crema, y la carpintería en negro caoba, había también una mesa con una cafetera, bolsas de té y azúcar, la biblioteca siempre olía delicioso, a cerezas y libros viejos.

Contigua a la biblioteca, atravesando una puerta blanca, había una pequeña sala de estar, de piso blanco de madera, varias ventanas en forma de arco, un sofa lleno de mantas, especial para acurrucarse, una mesita baja de cristal, una alfombra rosa pastel y esculturas de piedra azul brillante, la puerta daba al patio, que decidió dejar para después, la pared norte, parecía ser la parte trasera de las habitaciones que daban al pasillo.

Se sentó en la sala de estar, acurrucándose en el sillón, con libro en mano y té de frambuesas, estaba leyendo sobre desarrollo del oído en el embrión, tema que consideraba punto de partida para redirigir su investigación. Una suave música de Mozart sonaba en toda la casa, muy suavemente.

Había encontrado el libro en la biblioteca, y se preguntaba la razón por la que Raimond tendría algo de eso, era corto, pensó en ordenar algo más especializado, pero por el momento, era suficiente para comenzar, con tanto trabajo ya realizado, esperaba que darle otro sentido fuera mucho más fácil. Tras un par de horas de lectura, tuvo un poco de hambre, su desayuno lo había tomado con un poco de prisa, sin dejar nada para después, sintió un poco de remordimiento por la acción tan infantil.

Raimond estaba en la cocina, con su bata un poco manchada de un líquido color ámbar, por lo visto también tenía hambre, pero no había mucho para elegir, él cogió algo de pan duro, dos latas de sopa y una de fruta

—¿Qué tal vas? ¿Tienes hambre? El cerebro necesita glucosa para funcionar, y hace al cuerpo volverse un poco glotón.

—Creo que sólo tengo ganas de picar, aunque igual no tenía mucha esperanza con su cocina, no parece un lugar donde puedan cubrirse mis necesidades.

—Estoy con algo de suma importancia ahora, si gustas, puedes llevarte el auto, te recuerdo, pero a mi, con todo lo que tengo en la cabeza, podría serme perjudicial, además me basta con la sopa y el pan, por ahora.

—Pobre cerebro tan mal alimentado, ahora veo porque funciona a medias.—Vanessa soltó una risita.

Raimond la miró con seriedad, luego sonrió también, sólo un poco.

—Annie me ha dicho que sea bueno contigo, así que te he dejado las galletas, están en la segunda puerta de la alacena, al fondo, hay varias, procura tomar la que no esté caduca, no me gustaría llevarte al hospital por intoxicación, no porque me agrades, porque perdería tiempo.

Los ojos de Vanessa brillaron un poco.

—Necesito algo de ayuda con mi proyecto.

—Estoy muy ocupado por ahora, al final de la semana con gusto.

—Pero, doctor, me he trabado un poco.

—Entonces investiga, dame tiempo, necesito terminar, esto es más importante que cualquier proyecto de Universidad, te lo aseguro.

Raimond se retiró, con cosas en mano. Al pasar cerca de Vanessa, ella pudo sentir su bata maloliente, caminó por el largo pasillo, y al final de este, abrió la puerta de la izquierda, donde ingresó mientras descendía unas escaleras, la puerta no la había cerrado.



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En el texto hay: asesinos, caos, amor

Editado: 27.10.2020

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