En la facultad, la directora comenzaba a impacientarse, si bien creía en Vanessa, hasta estudiantes más sobresalientes habían pedido cambiarse de tutor cuando convivían un poco con el doctor Raimond, claro, siempre y cuando este les abriera la puerta. Tras la llamada que realizó se sintió notablemente más tranquila, principalmente porque él, todo malhumorado, había jurado que cuidaría del cerebro de la joven.
Parte del instinto protector de la directora y parte también del profundo cariño que sentía por Vanessa la llevaron a redactarle un correo breve para preguntarle como se encontraba, mismo que Vanessa no respondió hasta varias horas después con un mensaje tan gracioso como ella, e incluso le adjuntó una fotografía comiendo una lata de sopa, directo de la lata, mofándose de su excelente anfitrión.
Vanessa tenía acceso a internet en casa de Raimond, pero escasamente lo utilizaba, más bien se encargaba continuamente de acosar a Raimond cada segundo del día, tratando de sacarle una respuesta que pudiera ayudarle con su investigación, o rogándole porque la dejara entrar a su laboratorio.
Le había devuelto su borrador de la investigación dos días después, había rayado, encerrado, pintado, y puesto stickers de pulgar en alto por todas partes, y ella se pasaba el tiempo que no lo estaba acosando, corrigiendo uno a uno los errores, o leyendo las bibliografías que él le había recomendado, en el texto, al final de este, Raimond había escrito en rojo y mayúsculas "EXPERIMENTAR"
Él siempre decía eso, en el desayuno, en la cena, las veces que salía del laboratorio, y antes de irse a dormir, entonces ella preguntaba "¿Cuándo?" Y el muy divertido contestaba "Cuando termines de leer, o yo de trabajar, lo que pase primero" Vanessa terminaba callando, no sólo por lo pesadas y tardadas de sus lecturas, si no porque dificilmente encontraría a una embarazada que dejara experimentar con su vientre, y aún más difícil sería tener un artefacto que le permitiera lograr tal experimento.
Raimond era la persona menos cooperativa del mundo, si bien la presencia de Vanessa no le molestaba en lo absoluto, él normalmente la ignoraba, o se burlaba cuando pedía una sugerencia o algo similar, lo que era muy molesto.
Vanessa sin embargo, poseía de tiempo excedente para su investigación, a diferencia de otros semestres en esta ocasión fácilmente podía concentrarse o permanecer por horas tratando de encontrar una respuesta, había ahorrado, aunque no pagaba nada en la casa, su trabajo ya lo había dejado, y tampoco estaba haciendo tareas para sus compañeros, por lo que facilmente podía disponer de su plena capacidad, lo que resultaba muchas veces agobiante.
Si preguntaran, la ventaja más grande de trabajar con Raimond, creo que podría resumirse en una palabra, dinero.
Raimond tenía suscripciones a una cantidad infinita de revistas de divulgación científica, además de acceso por internet hasta a los archivos más privados de sus compañeros investigadores, por lo tanto, Vanessa podía tener en sus manos, por ejemplo, un artículo emitido en Francia, tan pronto como se emitía y totalmente gratis, Raimond no ponía reestricción, ni precio al conocimiento. Si deseaba comprar algo, pedía permiso, y lo podía tener, con envío express, fuese lo que fuese, libros, elementos químicos, máquinas extrañas, artefactos, y la pregunta era necesaria, porque muchas veces, él ya tenía el pedido que Vanessa deseaba hacer, y era simple cuestión de buscarlo.
Aun así, ella no abusaba de la bondad del doctor, y no pedía algo a menos que fuera extrictamente necesario.
A pesar de lo complicado que era conversar con Raimond sobre trabajo, también era casi un milagro poderle ver fuera de su laboratorio, en muchas ocasiones el hombre no salía de allí más que para el desayuno y la cena, muchas veces no comia, pero; ¿Qué hacía a Vanessa persistir, intentar, creer? Simple, el acceso desmedido a la información, Vanessa no necesitaba autorización de nadie para experimentar, ni para investigar, no necesitaba a alguien que le dijera que hacer, o como hacerlo, Raimond era justamente eso, nadie, no salía, no contradecía, no hablaba y encima le dejaba a sus anchas su casa para poseer tanto conocimiento como le fuese posible, era como un tiempo a solas, o al menos así lo sentía Vanessa, quitando claro, el mapa de trabajo que él le había escrito en su investigación, y las conversaciones picantes en la mesa, banales hasta el límite, y cargadas de mofas recíprocas intermitentes, ella había aprendido a llevarle el paso, y hasta lo tuteaba.
"—¿Tú por qué no hablas de trabajo mientras comes?
—Porque pienso en él todo el día, más concretamente, en el que hago estos días, y mi mente se distrae si pienso en otros trabajos, tuyos o míos ¿Tú porque necesitas aprobación sobre todo lo que haces?
—La verdad es que me gusta mucho tu compañía.
—Creo que yo gozaría muy poco con la tuya si tuviera tu edad, menos mal que soy viejo.
—¿Qué edad crees que tengo?
—28.
—¿Cómo sabes?
—Annie me mandó tus investigaciones, para enamorarme, porque se siente muy emocionada contigo, y cree que puedes ganar.
—Me estás timando.
—Hoy no, hoy estoy muy benevolente, porque recordé una de las que hiciste, sustentando que el olor de los gases podía servir para averiguar el tipo de alimentación de los pacientes, dime ¿Fue en tu primer semestre de carrera? ¿Con el doctor que pedía que sustentaran cosas absurdas con la idea de que todo se puede sustentar?
—El mismo.
—Y dime ¿Qué opinas de él?
—Bueno, creo que no es tan buen investigador.
—Supongo que puedo decirle en cuanto lo vea, me dijo que eres una tremenda alumna, lástima que a veces no tenemos lo que damos, ojalá no se infarte.
Ella le rodó los ojos."
Para Raimond, era poco habitual tener en su hogar una persona más, estaba acostumbrado a la soledad, pero, la nueva chica no suponía un problema, no era molesta o desagradable, y tampoco andaba tras de él todo el día, o al menos, el no lograba notarlo, tan inmerso en su investigación incluso parecía que Vanessa nunca estaba, salvo en las comidas, que eran bastante alegres.