El silencio de Raimond.

A salvo.

Fred se desvaneció casi de inmediato, el rostro de Vanessa estaba púrpura por la falta de oxígeno. En minutos, los científicos se congregaron en el pasillo, algunos más sorprendidos que otros, en el suelo estaba la joven sobre un charco de sangre y un cuerpo inerte, Raimond corrió hacia ella tan rápido como le fue posible, Aida salió de su habitación al escuchar el disparo, tenía la pijama puesta, la mirada confundida, Raimond infirió que ya había conciliado el sueño cuando Vanessa llamó a su puerta.
Cuando has vivido tanto tiempo solo, sin preocuparte de nadie como Raimond, difícilmente logras tener empatía a una joven que acaba de llegar a tu vida, se acercó a Vanessa, comprobó signos vitales y la ayudó a levantarse, si bien a él no le molestaba su desnudez, notó que ella se removía incómoda delante de las miradas de los espectadores, por lo que quitó su saco y se lo entregó, cubriendo poco más abajo de sus piernas, Vanessa temblaba, por miedo, frustracción, frío, por muchos factores, Raimond no era insensible al dolor ajeno como creían los presentes, era solo que Vanessa había sufrido un intento de violación, mientras que él había matado a un hombre.
Raimond miró fijamente a Vanessa, ella le dió una sonrisa delada en respuesta, Aida había llegado, Cristina dispersó a la gente indicándole que se fueran a sus habitaciones, nadie protestó.
—Cristina, necesito que llames a la policía y les expliques la situación que tenemos aquí.—Raimond pasó una mano por su sién.
—¿Quieres que vengan ahora?—Cristina lo miró confundida.
—Quiero que estén aquí lo más rápido posible.
—Hecho.
—Aida, cariño, necesito que cuides de Vanessa, pero por ninguna circunstancia permitas que tome una ducha.
—¿Estás loco? Después de lo que ha vivido una ducha es lo único que ella desea.—Aida negó con la cabeza.
—Pero entonces no podrán recabar fluídos y esas cosas.—Vanessa agachó la mirada.—Puedo hacerlo.—Miró fijamente a Aida.—Nadie puede hacerme daño ahora.
—¿Y tú, Raimond?
—Necesito llamar a Annie Stevens.
Quince tortuosos minutos tuvieron que pasar para que la policía llegara, irrumpieron en la casa de Raimond como si se tratara de todos criminales, Cristina los tranquilizó, les ofreció té de forma amable y les indicó donde se encontraba el cuerpo, naturalmente nadie aceptó el té.
Se priorizó la declaración de Vanessa, un psicólogo hablaría con ella después para indagar más a fondo de lo sucedido, se tomaron muestras de sangre, fluidos y cabellos, una médico le realizó un examen físico de rutina a Vanessa, ella le contó lo que había pasado, confirmó en efecto que todo el daño físico que tenía era por causa de Fred, la médico se ofreció a hacerle las curaciones, ella accedió siempre y cuando la dejaran bañarse primero, tan pronto como Vanessa estuvo libre Raimond le dijo que subiera a su habitación y tomara un baño, que se tardara todo el tiempo que necesitara, esa orden no era necesaria necesaria, Vanessa de igual forma pensaba darse un baño, la sugerencia de Raimond facilitaba las cosas, la sangre seca se quita más fácil cuando tarda en agua.
Lo siguiente fue el cuerpo, se levantó tratando de no dejar cabos sueltos y fue enviado directo a la morgue, los especialistas tomaron fotos, recogieron restos, luego así sin más como si nada hubiese pasado limpiaron la escena del crimen. El arma de Raimond fue confiscada, junto con municiones, los policías vieron a Raimond sobrio, consciente aunque bastante nervioso, agradecieron su cooperación y decidieron dejarle para el final, se recogieron algunos testimonios de los presentes que habían tenido algo de contacto, los que habían visto o oído algo fueron entrevistados, Aida y Cristina comenzaron diciendo mentiras para favorecer a Raimond, pero el solicitó que se dijera únicamente la verdad, por lo que todas las declaraciones fueron completamente ciertas, cada una tomada con cuidado, cada una con la certeza de que eran verdad pura. Raimond fue llevado a la procuraduría, donde se tomó su declaración en compañía de su abogada, Annie Stevens, se le hizo un citarorio para juicio dos días después ante las pruebas claras, Annie consiguió identificar al chico como un ex paciente psiquiátrico, por lo que seguramente Raimond pagaría una fianza e indenmización a la familia para quedar libre, Raimond fue condenado a pasar los días durante los que llegaba el juicio en la cárcel.
Con base al desorden mental y al intento de violación, Raimond se encontraba casi en libertad, pero no se trataba solo de la libertad, algo más profundo se había accionado en Raimond, él no se creía con el derecho de privar de la vida a alguien, y no era solo él, se trataba de que nadie tenía derecho de asesinar a otra persona, Raimond lo sabía, y a pesar de todo, su conciencia no estaba tranquila, principalmente porque además de la culpa, el poder asesinar a otro ser humano le hizo sentir poder, control, una sensación que hasta entonces no había experimentado con ninguna otra actividad que realizara.
El juicio de Raimond fue interno, la vida de Fred valía tan poco para el juez que dejó a Raimond libre tras escuchar brevemente a la abogada, y como no, un científico con diversos aportes a la humanidad, que además defiende a una jovencita, filántropo, con donaciones frecuentes a la ciudad contra un joven con un par de órdenes de aprehensión, historial psiquiátrico, y una demanda por acoso de parte de Raimond, incluso varios policías creían que Raimond le había hecho un favor a la sociedad.
Así, Annie llevó a Raimond a casa, donde Aida lo esperaba haciéndole compañía a Vanessa.
—Agradezco lo que hiciste por mi, de verdad.—Raimond acarició la mano de Annie mientras iban de regreso a su casa.
Ella lo ignoró.
Raimond trató de contarle lo agradable que era Vanessa, lo inteligente que era y lo bien que le hacía convivir con alguien en su casa.
Pero Annie no contestó, ni se inmutó siquiera, y al llegar a casa, finalmente dijo lo que había estado callando por tanto tiempo.
—Que te haya defendido por ser tu abogada, y que incluso las leyes estén a tu favor no significa que sea moralmente correcto lo que hiciste, ninguna vida vale menos que la tuya, inclusive si se tratase de un asesino, y justificado o no, lo que hiciste es un crimen.—Annie sentía furia y decepción a la vez.
—Sabes que lo hice por protegerla.
—Pudiste salvarla de otra forma.—Annie lo encaró.
—Pero no lo hice.
—Pero podías ¿Verdad? ¡Verdad!—Annie lo sujetó de la camisa en forma amenazante.
—Podía.
—Asesino.—Annie le soltó una bofetada.—Eres igual a cualquiera de los criminales en la cárcel.—Y diciendo esto, se fue.



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En el texto hay: asesinos, caos, amor

Editado: 27.10.2020

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