Los días que sobrevinieron a la primera incursión de Vanessa en el laboratorio fueron sumamente fructíferos, en menos de una semana había aprendido de Raimond más de lo que ella por su cuenta había recabado durante toda su vida.
K414 era un excelente guía, además de que manejaba un humor bastante sencillo, cuadrado en su mayoría pero lograba hacerte sentir cómodo, con el tiempo K414 fue encontrándose más en confianza, lo mismo que Vanessa, por lo que el holograma se permitía muy ocasionalmente cambiar de forma, ya fuese para bromear o molestar a Vanessa, a pesar de todo el grado de confianza que habían alcanzado K414 continuaba mostrándose en su gran mayoría como un investigador inamovible con respecto al trato formal, continuaba incluso refiriéndose a Vanessa como "señorita", lo que denotaba una gran brecha en su desarrollo emocional con respecto a sus interacciones sociales.
Los días eran tranquilos, Vanessa despertaba, preparaba algo de comer y pasaba un breve momento revisando a Raimond, quien parecía recuperar el color de su rostro poco a poco, luego se escabullía al laboratorio donde tenía que hacer algunas tareas molestas como sacar la cubeta de popo de los jóvenes, limpiar un poco, dejarles alguna cosa interesante que hacer que además fuera fructífera en la investigación de Raimond y observarles por largas horas, hasta la hora de comida, donde volvía a la cocina a hacer maravillas para los chicos, si bien aquello era sumamente agotador al parecer estaba surtiendo frutos, los chicos tenían un mejor aspecto físico, y se mostraban más abiertos a conversar entre si, aquello le resultaba sumamente maravilloso.
Definitivamente comenzaban a acercarse a lo que Raimond deseaba de ellos, que al final de cuentas era hacer que se enamoraran, Vanessa lo sabía, K414 estaba completamente consciente de aquello, y sentía lo más parecido que puede sentir un holograma a la felicidad, el progreso de los jóvenes era formidable, lo mismo que el aspecto de Raimond, se veía sumamente descansado, sus ojeras habían disminuido en gran cantidad, tenía en el rostro incluso una expresión más apacible, relajada.
Vanessa estaba consciente de que el momento en que Raimond despertaría tenía que llegar, sabía que acontecería en cualquier momento, sabía que aquello no sería bueno en absoluto, pero esperaba encontrarse con un Raimond más relajado, más fácil de lidiar, claro que sus deseos distaban mucho de la realidad de las cosas, Raimond, un científico de alto renombre era indudablemente un genio, por una razón había destacado de entre los demás, era simple, era mejor, más inteligente.
Raimond tenía, aún sin poder moverse, pleno control de sus facultades mentales, su cabeza iba a mil por hora mientras no podía mover un solo músculo, y cada momento que pasaba postrado en aquella cama más frustrado se sentía, más curiosidad tenía sobre lo que había pasado con los jóvenes, su deseo de ir y arremeter contra Vanessa se acrecentaba, a la vez que sus sentimientos por sus tiernos cuidados iban en aumento exponencial, aquello era una tormenta en la mente de Raimond.
Raimond esperaba con todas sus fuerzas que Vanessa se olvidara un día de sedarlo, lo deseaba profundamente, pero la joven era excesivamente metódica, con sus pensamientos de acá para allá supo que sus ordenes a su cerebro suponían su único medio de escape, y tras un día entero de sentirse atrapado en su propio cuerpo luchando contra si mismo, finalmente se encontraba tan exhausto que pudo conciliar un merecido sueño, aquel sueño, sin saberlo, era su boleto a la libertad.
Cuando Raimond recuperó el control de sus pensamientos dio una orden con fuerza tal que combinado con el hecho de que pronto la dosis terminaría para necesitarse otra, surtió efecto, logró mover su mano derecha, un desplazamiento leve, pero bastó para que Raimond siguiera intentando, logró caerse de la cama, y aquel golpe lo llenó de energía y de deseo de reclamar lo que le pertenecía, lentamente pudo ordenar a sus músculos, quienes no pudieron negarse por mucho tiempo a la orden cargada de energía que Raimond mandaba usando impulsos nerviosos.
Mientras Vanessa estaba abajo comiendo galletas y conversando con K414 Raimond logró ponerse de pie, y el infierno se desató.
Raimond se quitó el suero, aun sintiendo sus extremidades presas de un letargo aplastante, ni la sangre, ni el letargo, ni su condición en ese momento iban a detenerlo. Contempló por un breve momento la posibilidad de esperar que Vanessa subiera para sorprenderla arriba, pero su molestia era tan que tenía que confrontar el problema con sus propias manos, ir y erradicarlo.
Pero Raimond era todo menos estúpido, ubicó la medicina que Vanessa usaba para dormirlo y la arrojó por el retrete, tomó una ducha intentando recomponerse y solucionó lo de su brazo sangrante, comió una barra energizante y aún arrastrando sus miembros por el pasillo comenzó a caminar, seguro de que la barra combinada con la adrenalina que su cuerpo iba a recibir lo hicieran ser capaz de lograr su cometido.
Bajó las escaleras sintiendo cada vez un mayor poder emanar de si mismo, sintiéndose cada vez en mayor control, tomó su tiempo para bajar y estar listo, disfrutando cada segundo de tan anhelado momento, los escalones fueron lo más delicioso de su recorrido, descender a la profundidad de su santuario era algo que había anhelado desde que Vanessa logró ponerlo en aquella cama, y así, llegó a la puerta de su laboratorio, al que entró con una sonrisa perversa, cerrando la puerta tras de sí.