El silencio de Raimond.

Epílogo.

Aida me había llamado, sabía que era yo, quizás la única persona que le podía sacar del trance, la única persona que había vivido con él tanto tiempo como para entenderlo, tenía tres semanas sin atender el teléfono, y aquello la estaba preocupando, sumado a esto, Vanessa no respondía, y de alguna forma, después de saber que Vanessa se enfrascaba tanto en sus investigaciones como Raimond, temíamos que se estuvieran consumiendo en vida.

Ciertamente yo sabía que Raimond se quedaba metido en sus investigaciones mucho tiempo, lo viví mucho tiempo, muchos años, sacarle de ahí era imposible, pero lograr que saliera un rato del laboratorio era una opción bastante satisfactoria, sabía que no podía entrar al laboratorio, que necesitaba autorización de Raimond para que el holograma me dejara pasar, así que mi pan era esperarlo fuera hasta verle para poder hablar con él.

Tenía el número de Vanessa, esperaba que ella fuera más razonable, pero le hice muchas llamadas, y cuando ninguno de los dos daba señales de vida, me preocupé muchísimo.

Momentos drásticos requerían medidas drásticas, así que llamé a un cerrajero, que al ser la directora de la prestigiosa universidad donde su hija estaba, no pudo negarse cuando le solicité allanar una propiedad, me sentía muy nerviosa, no sabía si estaba dispuesta a enfrentarme a la posibilidad de que mi exesposo y mi alumna predilecta fueran pareja, aquello representaría un problema enorme, pues les apreciaba a ambos, pero me gustaba creer que simplemente estaban trabajando juntos.

Cuando crucé el pasillo camino al laboratorio, un fuerte olor a formol llegó a mis fosas nasales, y por un momento tuve miedo, pero sabía de buena fuente que Raimond era extraño, que sabía muchas cosas y que estaba trabajando constantemente, pero por alguna razón mi corazón palpitaba con fuerza, al final del pasillo, sobre la derecha estaba el laboratorio, yo le conocía perfectamente, por dentro también y frente a mi, estaba la mejor habitación de la casa, la que le pertenecía a Aida y Cristina cuando llegaban a ver las presentaciones de Raimond, me había ofrecido la habitación a mi, pero mis cosas siempre estuvieron en el piso de arriba, al lado de la habitación de él, por cualquier cosa que necesitara.

El olor se intensificó cuando pasé delante de la puerta para subir al segundo piso, y lo supe todo, todo lo que había estado tratando de ignorar, corrí de regreso por el pasillo, y llamé a la policía tan pronto estuve afuera de la casa.

No puedo decir como lo supe, la verdad es que ahora que lo recuerdo, me siento como en trance, me parece hasta irreal, recuerdo mis manos sudorosas, mis labios entreabiertos, el palpitar intenso de mi corazón, pero lo que más recuerdo fue el horror, la energía que emanaba de esa casa, la soledad, el peligro que se sentía atravesar las paredes.

La policía no tardó en llegar, después de todo, yo estaba en peligro, o al menos eso pensaron por el tono de mi voz, cuando llegaron, venían acompañados de Aida y Cristina, que presenciaron todo el horror, yo temblaba apoyada en uno de los árboles que había fuera de la casa, estaba llorando, y eso que todavía no había visto nada.

En el informe policial dijeron que Raimond no opuso resistencia, que se mostraba cooperativo y que en ningún momento trató de agredir a nadie, que se dejó esposar y trasladar a la comisaría, no sin antes darle un beso a Vanessa y decirle que volvería para cenar.

El forense dijo que la chica llevaba muerta 11 días, pero que el cadáver estaba demasiado tratado con formol, que la cantidad había sido excesivamente grande, aún así, cuando la policía entró, nadie pudo soportar el olor nauseabundo que emanaba del cuarto, quien estuvo ahí contó que era un caso insólito, que estaba en estado de sapificación cuando lo trasladaron, y que poco pudo hacerse para tratar de conservarlo y determinar la causa de muerte, que lo enterraron de inmediato, 

El periódico dijo que se trataba de Vanessa Hills, que era una excelente ciudadana, querida por todos, y que el doctor Raimond en su afán de poseerla la había asesinado, para luego practicar necrofilia con el cadáver.

Se ofició una ceremonia en su honor, de parte de la Universidad, asistieron muchas personas importantes que dejaron montones de flores en la tumba de la chica.

El juicio duró tres días, por cuestiones legales, pues se declaró a Raimond culpable desde el primer momento, no lo defendí, no pude, y lo condenaron a 23 años de prisión, Raimond no vivió tanto, fue asesinado por los reos de la prisión a golpes tres meses después de que le informaron que sus investigaciones pasarían a tener el nombre de Vanessa como autora, y que para términos legales los derechos serían manejados por mi, cuando se negó a dar la contraseña de acceso para el laboratorio, muchos de los prisioneros decidieron que pagar un par de años más valía la pena si sacaban a una escoria como él de este mundo.

De Vanessa se hizo una estatua en el centro de la ciudad, y su nombre fue mundialmente conocido cuando se supo que de su autoría era la máquina que convertía la energía en materia, aquello revolucionó el conocimiento de la humanidad, recibió montones de galardones por todas partes, y se convirtió en un icono feminista, como una científica de magnitudes indescriptibles.

K414, que había jurado proteger el laboratorio hasta que su sistema fuera obsoleto, permaneció custodiándolo y a pesar de que yo me esforcé sobrehumanamente para conseguir abrir el laboratorio, pues de alguna forma, entendía lo que estaba en juego, no lo conseguí de ninguna forma.

Recuerdo a los policias llevándome al hospital Whitingham, después de explicarles inutilmente que había dos chicos atrapados ahí, que abrieran bombas, que quizás podrían sacarlos con vida.

Los fanáticos de Raimond cercaron la casa, impidiendo a cualquiera ingresar, y terminaron incendiándola cuando se enteraron que tras mi encierro, se convertiría en un lugar de dominio público, con el plan de convertirse en museo.



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En el texto hay: asesinos, caos, amor

Editado: 27.10.2020

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