La Universidad Filynch tenía la mayor facultad de investigación científica en el país. Había sido la primer universidad que ofertaba tal carrera, en un intento de evolucionar las disciplinas, su tiempo en la enseñanza, no sólo la hacían llamar prestigiosa, si no que le conseguían una diversa cantidad de privilegios por sobre toda la competencia, al año, recibían más de 20,000 solicitudes, y podían darse el lujo de aceptar verdaderos prodigios, y contaban para ello, con diversa cantidad de filtros. No sólo importaba el resultado en el examen de admisión, también contaba tu promedio de bachiller, tus reconocimientos por actividades de carácter académico, tu activismo social, y tu capacidad multidisciplinaria. Y entre todos aquellos aspirantes, era difícil decidirse entre los que hablaban tres idiomas, y los que cantaban, actuaban, componían, y buscaban los derechos de las minorías.
Sus aulas, estaban llenas de color, la energía y la creatividad fluían libremente, habían estudiantes extraordinarios y los había diferentes, era normal ver a chicas con cabello rosa, varones tatuados hasta las narices, campeones de debate y músicos, en los pasillos, caminaban al día alrededor de mil estudiantes, que con facilidad habrían sido admitidos en cualquier otra universidad del país. Y todas aquellas personas, tenían una realidad en común, mentes asombrosas.
El curso constaba de cinco años para la teoría, donde se aprendía desde física cuántica hasta biología celular, y donde el conocimiento matemático no distinguía etnia, sexo, o intereses particulares, y daba igual que te gustara la astronomía, también tenías que aprender química. Las clases eran jornadas extenuantes para los últimos dos años, buscando prepararlos para su futuro como experimentadores expertos, con la intención de que pudieran meter sus narices en todo tipo de disciplina, los estudiantes llegaban a las 8 bien vestidos, con sus uniformes azules, peinados normativamente y cargando pesados libros, salían a las 3, para comer, luego volvían a las prácticas, y por la tarde, la escuela se convertía en un cementerio silencioso, con estudiantes a medio peinar, vistiendo shorts, y usando guantes para armar curiosos aparatos, dispositivos, o elaborar complicadas teorías.
El año restante, se trataba de un acuerdo constante con lugares para las comunmente denominadas "prácticas", donde inmensos laboratorios de distintas disciplinas acogían a los estudiantes bajo la tutela de renombrados hombre y mujeres de ciencia, brindando asesoría y recursos a los estudiantes para poder llevar a cabo la presentación de un descubrimiento delante de un jurado de altos estándares.
Había entonces, dos cosas que le daban a la universidad sus características particulares, y que la hacían destacar de entre las otras, la primera, la libertad creativa, tenían un campus inmenso, financiado por todos los científicos agradecidos con la enzeñanza, mantenía sus puertas abiertas 24 horas, sin importar el horario regular, las luces llenaban las estancias, y verdaderos docentes apasionados impartían clases extra siempre que un estudiante las solicitara, por lo que no era raro ver grupos en el laboratorio desarrollando alguna vacuna, o alumnos perdidamente enamorados de la enseñanza de algún calvo a las tres de la mañana.
La otra cosa que hacía a la Universidad la joya dorada de la enseñanza, era su premio durante la feria científica, excusa perfecta para mantener en alto el nombre de la escuela, impulsar a un joven genio, generar cuantiosos ingresos y darle a la prensa de que hablar.
Filynch claro, había sido la Universidad que había financiado al doctor Raimond cuando al graduarse de esta comenzaba sus experimentos, y luego de 19 años, extendía nuevamente la cordial invitación al concurso de la feria científica para los alumnos del último año, con el acostumbrado premio del financiamiento para llevar a cabo el proyecto inicial del afortunado estudiante ganador al graduarse, el premio al mérito académico
Las cláusulas habituales consistían en tener por un año, la asesoría de uno de los muchos laboratorios que mantenían relación estrecha con la prestigiosa Universidad, y por supuesto entre estos reconocidos lugares de investigación se encontraba con particular realce el hogar del doctor Raimond, quien como había ocurrido en los recientes años aún no poseía candidatos a pupilos temporales.
Los primeros estudiantes que se habían aventurado a postularse como aprendices del doctor Raimond habían descrito al hombre como alguien con una obsesión al conocimiento y con perfeccionismo rayando en la locura, siendo según estos, el argumento por el cual les era imposible trabajar con el doctor, independientemente de que su tasa de efectividad en el concurso fuera del 75%, es importante recalcar que la mayoría de los estudiantes de Fylinch eran jóvenes de buena posición económica, por lo que ganar el premio o no, no afectaba en absoluto sus metas, pues sus padres podían costear perfectamente la realización de sus patentes.
Si bien en un inicio, los testimonios no habían alarmado a los estudiantes, las constantes historias repetitivas durante varios años y el hecho de que los jóvenes inventaban atrocidades cada vez más grandes del doctor, como que no se lavaba los dientes, o que dejaba abierta la puerta del baño mientras hacía sus necesidades, fueron disminuyendo progresivamente la cantidad de nombres que se escribían en la boleta del doctor, primero por padres de señoritas escandalizados por la perversión, luego por flojos estudiantes que preferían trabajar en equipo y que les correspondiera una quinta parte del proyecto, hasta que finalmente su boleta se volvió vacía, y continuó de esa forma por varios años, y aunque debido a su trato con su amiga, confidente y exesposa Annie su apoyo seguía disponible para las generaciones de egresados, nadie quería trabajar con él.
Estos concursos habían tenido siempre el mismo patrón, nombres de estudiantes amontonándose en las boletas de laboratorios como Insis, al norte del país, donde trabajaba la mayor parte de los egresados de la Universidad o FALCH quienes presentaban ligeros progresos anuales a las investigaciones científicas y que además contaban con personal joven y atractivo. Era normal, por lo tanto, que los estudiantes no sólo pensaran en el asunto de la investigación, y se vieran también seducidos por la bonita instalación, y las habitaciones designadas especialmente para los de su clase, que trabajaban con la intención de obtener los requisitos necesarios para graduarse, y con algo de suerte, de ganar el concurso y directamente al graduarse, poder iniciarse en la vida laboral debido a sus relaciones con científicos obtenidas durante su año de prácticas. Sus boletas conseguían llenarse en los primeros minutos, eran las más peleadas, y cualquiera estaba feliz de ser parte de una institución que te regalaba los desayunos y el viaje en autobús de primera clase.