Crecer a lado de alguien si ayuda, a veces para bien, a veces para mal.
Honestamente no se como lo fue en tu vida. Pero en la mía, crecer a lado de una mascota me ayudo a sanar.
Sanar cosas que ni si quiera sabía que estaban rotas, pero note al crecer. Pero ese apoyo perruno era tan bueno que nunca me percaté que algo andaba mal. Considero que, a veces un animal puede ser mejor acompañante que otro humano.
Y eso es porque, durante mi crecimiento, no escuche de forma literal lo que, a lo mejor, yo quería por capricho. O tal vez, solo lo deseaba por el cambio hormonal que presentas al crecer. No lo sé, pero, lo tenía por parte de mi mascota, quien ni si quiera hablaba para empezar. No es como que ella, se parara en dos patas y me dijera, "Ey bro, no seas llorón" (Aunque pronto descubrí que si se paraba en dos patas por alguna razón). Sino, más bien, me percaté que su forma de precenciarse ante mis problemas, era acostandose a mi lado o en mi regazo. Lamiendome, mordiendo a quien se acercara bruscamente, ladrando mucho, o lloriquiando para que le preste atención.
Nunca supe, y la verdad no quiero descubrir, si anteriormente presente algún problema que me hiciese sentir esa soledad desde niña. Qué si no fuera por que dios, me envio a esa mascota, me hubiera vuelto tan depresiva.
Sin embargo, despues de que llegara, me encariñe cada vez más. Obviamente, al ser tan pequeña, mi mamá se encargaba de la mayoría de cosas principales. Pero conforme fuí creciendo, esas responsabilidades fueron pasandose a mi.
Eso, hasta que un día, jugando con ella en el sofá, aventandole su juguete como de costumbre, después de que aprendiera a ir por el y traerlo. Mi perro resbalo, cayó mal, y su patita se partió literalmente en dos.
Yo, me sentía culpable, me sentí la responsable de sus ladridos de dolor. Recuerdo que corrí a esconderme mientras que mi mamá (Quién de verdad por cierto tiene un valor increible, o unos ovarios de oro, jaja) Tomó su pata, y sin dudarlo, la acomodo de regreso. Corrió a la camioneta, nos grito a mi hermano y a mí para subir, y voló a la veterinaria.
En ese instante, fue de las pocas veces donde mi hermano y yo nos pusimos cercanos. Me abrazó para calmarme y me dijo que esperara por que todo estaría bien.
Y lo estuvo, la vendaron, pusieron un yeso, y de paso nos mandaron dulces para el susto.
Ahora, necesito que me prestes atención aquí.
En el momento que ella regreso al coche, y me vió, aun con su pata herida, lloraba para que mi madre la soltara y la dejara acercarse a mi. Sin embargo yo sentía impotencia, miedo, ansiedad, emociones que en ese instante conocía si quiera. Y eso es porque, yo me sentía la culpable de su herida, y por lo tanto, creía no ser diga de sostenerla de nuevo por no poder protegerla.
Lloré. Llore demasiado. Y como me hubiera gustado disculparme con ese animal, por no abrazarla. Cuando ella solo lloraba por acercase y yo solo lo alejaba.
Ahí me percate, que no importara cuanto la lastiamará. No importaba si salía herida, la ignoraba o lo que sea. Ella querría regresar a mi, una, y otra vez. Por qué así de fiel era su amor por mi. A esa mascota, le daba igual si yo me creía digna o no, le daba igual mi tristeza, le daba igual mi temor.
Le asustaban más mis lagrimas que su propia pata rota.
Mi mamá me abrazó. Me dijo: "Tienes que acariciarla, por que si ella piensa que la abandonas, nunca parará de llorar" Dios. Como me pegó eso.
Aún con las manos temblorosas me acerqué y la toque. Quiero decir, que ella no tenía cola, esa mugrosa mujer se la corto, se la arrebató como a una lagartija. Y eso me generaba mucho odio. Sin embargo, mi perrito, aún con ese pequeño rabo, cuando la acaricié una vez más, lo movió con tanta intencidad que hasta su cadera completa se empujaba de un lado a otro.
"Ella te ama, ella no piensa que fue tu error, lo único que necesita para sanar, es que la ames igual que siempre", dijo mi mamá.
Y como siempre, ella nunca se equivoca.
Mi perro, tan pronto llegó a casa, se paseaba y siguió corriendo por todos lados, con solo tres patitas.
Dejandome en claro que nunca me iba a dejar de amar. Y desde entonces, prometí lo mismo.
Nunca la iba a dejar de amar.