El silencio de su andar

Capítulo 3

No me gusta el agua.

Y por lo tanto,a mi perro tampoco le agradaba mojarse. No me gusta el ruido extremo, y a ella tampoco. Me llevo facil con la gente, y mi perro hacía lo mismo.

A donde voy con esto, es que, cuando las personas dicen que tu mascota se parece a ti, o es tu reflejo, dicen toda la verdad. No mienten en nada.

Eso se pone gracioso cuando la semejanza aumenta cada vez más.

Mi perro, es de una raza pequeña, por lo que quedo chaparra. Al igual que yo, que me atoré en unos poderosos 1.53 de altura. Mi voz, es casi tan aguda como sus ladridos. Mis dientes ocuparon frenos por casi 3 años, y a mi perro le tuvimos que pagar costosos tratamientos por que los braquets caninos no parecían existir. Descubrí que me estaba quedando ciega por la miopía, y curiosamente mi perro empezo a tenerla también.

Honestamente no tengo idea si eran coincidencias o me imitaba de manera extraña. Pero me hacía feliz ser relativamente iguales. Al punto donde empecé a comprarle ropita, cosas que yo usaría, o de colores que sí tenía para que estuvieramos iguales.

Creo que no todas las personas entienden ese nivel de amor hacía tu mascota. Ya que muchos te tachan de extraño. Sin embargo, si aún continuas leyendo esta historia, es por que sabes de lo que hablo. Pues no todos comprenden ese amor infinito que vas construyendo ante ese ser.

Conforme fuí creciendo, me daba cuenta que todo lo que yo practicara era con mi perro aun lado. Y eso me lleva a uno de mis dudosos problemas de la infancia.

El talento artístico.

Yo sé, yo sé, me preguntarás ahora mismo: "¡Hey, autora! ¿Qué clase de problema sería tener un talento popular?" Bueno, yo te lo diré.

La constante ansiedad de querer resaltar, ver como puedes encontrarte con gente igual o mejor que tú. No tener la popularidad que te gustase. Tener que practicar una y otra vez, por que a veces gana el resiliente y a veces gana el del talento de nacimiento. ¡Pero yo tenía que ser ambos! Bueno, no tenía, quería serlo. Por que sino era la chica que el arte corría por sus venas. ¿Quién era?

¡La crisis de la pre adolescencia pega realmente fuerte! Más cuando no sabes aún quien eres. Y yo entiendo que todo es un proceso. Pero siempre he sentido que todos van por un paso adelante de mi, y eso me consumía.

Yo dibujaba, cantaba, actuaba, bailaba, y comenzaba a aprender a tocar el piano y la guitarra. Pero todo lo dejaba de un día a otro por no sentirme suficiente buena para ello. Y no existia alguien a quien pudiese contarselo, ya que cuando intentaba hablarlo pareciese que no pasaban por ello, y yo quedaba como un fenómeno sobrepensante.

Ese sentimiento me pescaba tan fuerte como si hubiera sido una trucha envuelta en una red, quien la cual, de paso, ya me había sacado del agua, y por lo tanto yo no podría respirar. Sin embargo, una sola cosa, calmaba ese sentir. Más bien, no una cosa, era un ser.

Era ese ser, mi mascota.

Cada entrenamiento que yo hiciese, ella estaba ahí. Acostada en mis piernas mientras dibujaba, estortunando por los cachos de goma que le caían cerca. Escuchando mis agudos, graves, o desafinadas al cantar, ya que no quería practicar con alguien más para que no me juzgara. Ensayando diálogos de obras a su lado como si ella fuera el otro personaje. O practicando esas danzas tediosas, mientras ella se paraba en dos patas brincando, como si también fuera a bailar. ¿Entiendes lo que digo? Siempre estaba ahí, y lograba hacerme sentir mejor.

No tienes idea de lo mucho que le agradecía a dios que me diera a esa mascota, por que sino facilmente hubiera caído en el hoyo de la desesperación.

Si te soy honesta, creo que en su mayoría de los escenarios fueron creados por mi ansiedad. Quién al propósito, considero que tiene forma de algún ruedor. Porque a pesar de ser tan chiquito, se reproduce como cincuenta mil veces, camina exageradamente rapido, su chillido agudo te aturde, y de paso, asusta a un humano cuyo tamaño es 80 veces más que él.

Pero a lo que voy con esto, es que mi mascota se volvió en un experto de caza ansiedades. Por que comenzó a entender como controlarme.

O eso me hizo pensar, pues cuando comenzaba a tirar de mis cabellos, lagrimear, respirar desiquilibradamente, o quejarme, ella inmediatamente se acercaba.

Me lamía, tiraba de mi ropa con su ocico, ladraba, o lo más dulce de todo, traerme su peluche, para que lo lanzara, y me distrajera. Creo que yo no era tan buena. Debido que a veces la ignoraba por sumergirme en mi tristeza, y ella quedaba ahí solita esperando a que me levantara.

Sin embargo, jamás me dejó sola. Ni cuando la ignoraba.

Nunca, estuve sola.




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