Donde todo comienza
Nos conocimos en una gala organizada por mi familia para afiliarse a la empresa de cosméticos de su familia, hace dos años. No hablamos directamente, nos presentaron como el hijo de tal, la hija de tal.
—Elena, él es Tyler— mi madre se inclina a mi oído para susurrar su nombre, no menciona su apellido, supongo que no es un detalle importante —. Debes ser amable con él.
No tuvimos interacción en toda la velada, pero no dejaba de mirarlo. Sin embargo, él no me devolvía la mirada. En ningún momento.
Supuse que no quería hablarme, al fin y al cabo, son negocios.
***
Sé que es hijo de una empresa de cosméticos. Sé que tiene veinte años, que ganó una beca universitaria para ser jugador de rugby. Sé que juega como hooker en su equipo. Sé que se llama Tyler.
Dos años sin vernos, sin cruzar palabra o contacto. Pero sé que es él. Lo reconozco.
Tengo dieciocho, estoy en mi primer año de la universidad. Estoy estudiando psicología. Me mudé de casa y, casualmente, la vida me ha reconectado a él nuevamente.
Mi universidad queda cerca de su fraternidad y de mi nuevo trabajo. Soy tutor particular de matemáticas para alumnos de primaria y secundaria.
En dos años cambié demasiado. Físico como emocionalmente. Me abrí ante mis padres como transexual. Al principio, no lo entendieron, actualmente no me dirigen la palabra. Recientemente descubrí que mis gustos no han cambiado. Me gustan los chicos. Lo hablé con mi psicóloga, me recomendó hablarlo con mis padres. Salir del closet. Lo hice, salió horrible. No lo entendieron. No quisieron comprenderlo.
Me echaron de casa, vivo en una residencia unisex, con una chica y su novio. Me aceptan, conocen mi historia, me coquetean. Trabajo para solventar los gastos de la residencia. Vivo bien, una renta compartida entre tres.
El destino hizo que nos crucemos. El futuro quiso que él lanzara su pelota fuera del campo y yo la atrapara, indirectamente, con mi rostro. Verlo correr hacía mí me hizo perder la compostura. No puedo mirarlo sin evitar sonrojarme. Carajo.
—Demonios, lo siento amigo. ¿Cómo te llamas? — su cabello anaranjado y sus iris verdes me alejan de la realidad. Está levantando mi libro del suelo. Me lo entrega con una sonrisa. —¿Libro de jugadas?
Mis mejillas carmín pintan mis orejas, reacomodo mis anteojos para recibir mis libros. Me avergüenza hablarle. No me reconoce y aunque lo hiciera, no me debería hacer ilusiones. Nadie comprende como es sentirse insatisfecho con tu cuerpo o tu género. Y nadie es lo suficientemente humano como para querer comprenderlo.
—Gracias. — es lo único que puedo pronunciar cuando él me enseña esa mágica sonrisa. Mierda. —Oh, no es nada. Vi un trabajo de instructor para niños y quería postularme.
Parte de esa historia es cierta. Si vi el anuncio, pero el libro solo lo empecé a escribir cuando descubrí que él lo jugaba. Quería estar listo por si algún día nos veíamos y hablábamos. Estúpido.
—¿Sabes jugar rugby? Te ves pequeño para ser instructor.
—Un conocido mío jugaba y me volví fan. A lo mejor necesitan un joven que los instruya. Con espíritu.
—Me gusta tu optimismo, amigo— sonríe —. Me llamo Tyler Evans, ¿y tú?
—Soy Asher. Asher Harris.