Anteojos redondos
—¡Asher, cariño! Te guarde pizza y una lata de cerveza— Olivia, mi mejor amiga y compañera de piso me sonríe mientras entro en casa. Un departamento medianamente grande, decorado con cuadros y macetas. Ella ama decorar. —Te ves de la devlin.
Devlin. Nuestro código ultrasecreto para referirnos a mierda o a una situación jodida. Lo utilizamos desde que vimos una película de Adam Sandler y Jennifer Anniston.
—Oliv, lamento no avisarte, ¿Adrián no está?
Adrián es su novio, es tres años mayor que ella. Se conocieron en un campamento de verano y se volvieron inseparables. Llevan saliendo dos años y ocho meses.
Olivia es morochita, de estatura media, ojos miel y pecas en todo su rostro, labios rosados y una excelente habilidad para hablar con las personas. Es tímida al inicio, pero se desenvuelve con naturalidad y confianza una vez la conoces. Tiene rulos y estudia letras. Quiere ser escritora. Me gusta como escribe. Tiene un verdadero talento y una esencia única para ello.
Adrián, al contrario de ella, es de tez blanca y cabello rubio y lacio, tiene ojos avellana. Va por su tercer año de medicina. Quiere ser pediatra. Es bastante abierto y extrovertido. Es un gran amigo y siempre me incluye en todo. Literalmente. Voy al gimnasio con él.
Su relación es sumamente estable y sana. Puede que no lo parezcan, pero son acaramelados, a su forma.
—Me dijeron que no era realista la escena de la encimera. Es decir, me indigné. Hay que tener imaginación para que suceda eso.
Olivia está en su primer año de carrera, lleva notas excelentes, tiene doble vida. En la universidad es tranquila, feliz y responsable. Fuera de ella es fiestera, desordenada y alocada.
—Te lo dije. Nadie puede hacer eso. O experimentarlo de esa forma.
—Ya quisieras que te suceda eso; para mí es súper real y probable. Ahora por eso tu personaje va a morir.
—Oh, Oliv, no lo decía en verdad. ¿De qué vas a matarme?
—Sobredosis o un accidente automovilístico.
Sonreí comiendo la porción de pizza que me guardó, ella cerraba su laptop y ponía una serie coreana en la televisión. Este es nuestro mood de martes en la noche.
—Adrián volverá más tarde en la madrugada. Hoy tiene unas prácticas en un hospital y el muy tonto eligió la cátedra nocturna.
—Dormirás sola esta noche. — mencioné restándole importancia mientras me terminaba la cerveza de un trago. Helada.
—A menos que quieras dormir conmigo, si— sonreí y ella me hizo señas para que me siente a su lado —. Jamás te voy a negar el privilegio de acurrucarte conmigo.
—Eres tan bondadosa. Pero hoy paso.
Su sonrisa es adornada por dos pequeños hoyuelos que le quedan de maravilla. Olivia se ha vuelto mi amiga íntima, la única que no me trata de manera diferente, repulsiva o distante y eso es algo que amo de ella. Nos quedamos unas horas viendo capítulo tras capítulo de aquella serie, que es muy atrapante, comiendo galletas y dulces. La medianoche nos llevó a la decisión de ir a la cama y dormir. Ella apagó todo y llevó los platos al lavamanos.
—¿Mañana trabajas? — inquirió con un bostezo.
—Si. ¿Por qué?
—Mañana volveré más temprano a casa, un profesor está de carpeta médica por golpearse la cadera bailando claqué.
Asiento escuchándola mientras guardo las galletas restantes en el frasco de la alacena. La escucho reír por lo bajo, al voltear entiendo la razón, el tinte de su cabello se ha decolorado y sus raíces se ven raras. Se está viendo en el reflejo del azulejo en la encimera.
—Le pediré a Adrián que me las retoque nuevamente. — menciona secándose las manos y dejando el trapo en la manija del horno.
—¿Usarás el mismo color? — su gesto asqueado me da gracia. Si algo aprendí de ella es que odia repetir colores, ropa o salir mal arreglada a algún lugar.
—Nope, creo que esta vez me tocará un cobrizo. — Bosteza y se despide de mí con un ademán de la mano. —No te duermas tarde.
—Tú tampoco. Descansa, Liv.
—Descansa, Ash.
***
Las mañanas son horribles. Es miércoles, me toca ir a la universidad en la peor hora. De nueve de la mañana a tres de la tarde. Es la peor si al despertarte ves a un estudiante de medicina con ojeras máximas, consumiendo su quinta taza de café y, a su lado, a su novia, quien tiene puestos sus anteojos y está centrada en su portátil, tecleando sin parar.
—Buenos días. — me acerco a la cafetera para prepararme un café rápido. Adrián me responde antes.
—Buenos días, Asher. ¿Día feo?
—¡Buenos días, dulzura! — Olivia y sus apodos tan adorables. Adrián sonríe. —Ten un bonito día y si te encuentras a la profesora de humanidades rómpele una pierna.
—Que lindo es verlos con ánimos a los dos.
Adrián me pasa el azúcar. —Tengo un parcial y la entrega de un trabajo práctico.
—Uff, suena cansado. ¿Y tú, gurú de la escritura?
—Capítulo quince: placeres interiores. Siento repulsión de todo el morbo que le metí a esta monstruosidad.
La novela de Olivia trata, en resumidas palabras, sobre un psicópata que escapa del internado para fugarse a otro continente y buscar a su psiquiatra. Liv quiere visibilizar los trastornos mentales que posee una persona y la obsesión que eso conduce. Además, un extra es que tiene escenas subidas de tono que, de verdad, te asquean de lo retorcido y macabro que es.
Le sonrío acercándome a su portátil y dando un vistazo rápido. De pronto me da asco beber café.
—Olivia, no había necesidad de meterse con el café. ¿No piensas en la gente que lo vende? — indignado y asqueado dejé mi café en la mesada.
—Es un juego mental. Que seas débil como ella no es mi culpa.
—Ya. Debo irme. Los quiero, bye.
—Te amo, suerte. — Liv me saluda con la mano volviendo a escribir.
Adrián besa los labios de su novia y me saluda con un asentimiento de cabeza antes de perderse en esa nube de deseo que los envuelve a ambos.