Verde Olivo
El pequeño Mateo aprobó con éxito su examen. Su madre me recomendó como profesor particular al grupito de madres y ahora le doy clases a tres niños más además de Mateo.
Han pasado dos semanas desde que hablé con Tyler. Él ha quedado en contactarme cuando tuviera los repuestos listos.
Cuando revisé el contacto figura su número como una llamada no atendida. Claro, así anotas un número cuando eres “moderno”. Simplemente llamas a tu número. Queda guardado, registrado.
Me permito añadirlo a mis contactos. De inmediato veo su foto de perfil y eso solo me confirma una cosa, también me tiene agendado a mí. En su perfil tiene puesta una fotografía de sus ojos verdes y la pelota de rugby; de fondo se ve la cancha de la fraternidad y las gradas. Lo que daría por ver un juego de él.
Razona, Asher.
Tiene una ligera descripción. Una canción, en inglés. Lo busqué en internet, “One and Only- Adele”.
Las líricas en su descripción me dejan impactado, confuso, raro.
“I´ve been here before. Every feeling, every word. I´ve imagined it all.”
“He estado aquí antes. Cada sentimiento, cada palabra. Me lo he imaginado todo.”
De pronto, no tengo ganas de ir a esa patética cita o de volver a verlo. Y a la vez quiero saber por qué y para quién dedica esa canción.
La puerta de mi cuarto se abre, dejando al descubierto mi vergüenza por cotillear en su perfil y la confusión de que entren sin tocar.
Otra vez, estoy sintiendo mucho y nada. Olivia lo sabe, no duda en fruncir el entrecejo y dejar de lado la botella de licor que trae en las manos.
—Científicos confirman que beber una copa con tu amiga alivia las penas un cien por ciento.
Sonrío y ella entra cerrando la puerta tras de sí. Deduzco que su novio está en casa por su cabello desalineado y su rubor vigente. Esto ocurre cuando él necesita estudiar y ella no le da el espacio. Yo le llamo, juego sucio.
—Dime, Ash, ¿por qué la carita de perrito? — se sienta en la cama y destapa la botella. Es una bebida energética de color azul que contiene alcohol. Le da un trago directamente de la botella y me la pasa. —. Esa mirada la conozco…
Le doy un trago. Es dulce. Jodidamente dulce.
—Le estaba mirando el perfil y encontré algo que no me gustó.
—¿Tiene novia? — niego. —¿Todavía peor? Oh, no, dime que no se droga ni nada de eso.
—Deberías alejarte de la ficción. Por favor. — ella sonríe dándole otro trago a la bebida. Mierda, parece más despechada que yo. —Es una canción.
—¿No escucha a Britney? Pecado.
—No es eso, Liv. Es una indirecta, ya sabes… del tipo “no te superé, pero finjo que sí. Soy super duro contigo.”
Ella se ríe dándome la botella. La acepto dándole un trago.
—Me siento extraño, Liv.
Veo que su mirada pierde ese brillo característico en ella. No me sonríe. Me mira con esa expresión que odio: lástima.
Se me revuelve el estómago con tan solo verla así. Y lo peor es que no puedo juzgarla. Se siente horrible.
Pasaron dos semanas desde mi encuentro con él y las he aprovechado para pensar en mí mismo. Olivia lo sabe. Por eso no me es difícil darme cuenta de que intenta atar cabos. Es algo que detesto de ella. Es demasiado observadora y perspicaz. Nada se le va de las manos.
—Te veo.
Y solo necesito de esas palabras para derrumbarme en sus brazos. Arde. Quema.
Es un sentimiento asquerosamente estúpido. Tiemblo. Me aferro a ella y siento su mano acariciando mi cabeza y moviéndose de adelante hacia atrás tratando de calmarme. Carajo. Odio los ataques de ansiedad.
¿Reconoces el sentimiento de vacío? ¿Reconoces no sentir nada y explotar cuando todo parecía estar bien? ¿Reconoces morderse la lengua y ahogar el llanto porque “tu dolor no vale nada, es insignificante, absurdo, comparado con el de los demás”?
Recuerdo estar mirando un punto fijo en el cielo mientras la música se pierde en el trasfondo de mis auriculares. Me dejo llevar, me dejo ir. Las personas son seres que tienen emociones diversas y difíciles, a veces, me pregunto si es culpa mía no poder expresarme como los demás. Tal vez sea culpa mía no sentir como ellos hacen. Lo hacen ver fácil. Son directos y constantes con sus sentimientos. Y yo me ahogo en pensamientos que se contraponen unos con otros y sollozos.
Siempre estuve en completa contradicción con ellas. Siempre fueron complejas conmigo. Lo odio.
Siento mucho para muy poco. Siento poco para muy mucho.
No siento nada cuando debería sentir algo. Siento demasiado cuando no debería haber nada. Y no sé si es Liv y sus pláticas, las clases en la universidad o el recuerdo constante en mi cabeza sobre Tyler y su sonrisa. O tal vez, sea ese sentimiento desagradablel al creer que tonteaba conmigo aquella mañana.
No sale de mi mente.
Me permito sentir, experimentar, abrirme. Y, como siempre tiende a pasar, fallo.
Al carajo con esto.
Olivia no se aparta de mí cuando acomodo mi cuerpo contra el suyo, necesito esconderme, encontrar un lugar seguro. Con ella no escucho voces, esos pensamientos negativos se calla, mis ganas de llorar cesan. Todo se vuelve neutro. Paz.
—¿Música? — su voz suena suave, casi como un susurro.
Asiento y noto el frío golpear mi cuerpo cuando se aleja para conectar el parlante a su teléfono. Su playlist se reproduce sola. Suena “Don´t Forget Me” y es justa y suficiente para devastarme nuevamente, para que las barreras se rompan y solo sean eso, escombros.
—Oliv, ¿por qué la presión en mi pecho aumenta si jamás hubo un cruce de palabra?
Parece comprender lo que digo con demasiada facilidad. Mi vulnerabilidad la lleva a abrazarme de nuevo y tararear la canción en busca de respuestas.
—El cerebro y el corazón son enemigos desde que fueron creados— quiero preguntar el por qué. Ella lo entiende con solo verme. —. El corazón, Ash, está entrenado para dar. No le importa si recibe algo, sea bueno o malo, solo quiere entregar. Quiere amar, sentir, fantasear. En cambio, el cerebro está pendiente de todo. Quiere que todo sea recíproco, que sea estable, parejo. El cerebro calla los endulzamientos, encierra al corazón y enfría el cuerpo para volverse impenetrable. Y es solo entonces, cuando le das la oportunidad al cerebro de hablar, que entiendes todo.