Abría poco a poco la mirada, la luz del sol entraba apenas por una pequeña abertura entre las cortinas, el aire las elevaba un poco, el sonido de la regadera en la ducha, llenaba la silenciosa habitación de sonido, el aroma del ramo de rosas rosas de junto de la cama, impregnaban el ambiente, con un suave aroma, la mañana era cálida, no podía pedir nada más.
A excepción de que ella no estaba mirándome, no estaban aquellos dulces ojos color miel que opacaban cualquier amanecer, ella no estaba recostada, esperando a que despertara para sonreírme y decirme con esa voz tan seductora, “Buenos días, mi amor”, para luego, suavemente acercarse a mí, cerrar sus ojos, y darme un cálido beso en los labios, para darle un toque de brillo a su sonrisa, eso, era lo único que me faltaba, para que aquella mañana fuese perfecta.
El sonido de la ducha paro, mientras que el de la alarma comenzó, al igual que el de aquella canción que tanto le gustaba a ella, de repente, mil sonidos se apoderaron del silencio de la casa.
Y ella se hizo presente, tenía un short corto, una camisa pequeña (que en momentos dejaba al descubierto su abdomen), y aun secando su cabello, frotándose una y otra vez la toalla contra él, se apresuró a apagar la alarma.
Sin percatarse que ya había despertado, me susurro suavemente al oído, “despierta mí amor, ya es tarde” dándome un beso suave de media luna, y apartándose de mí, volvió a la sala de baño.
Sigilosamente me levanté de la cama (aun en bóxer), y caminando lentamente, me fui al cuarto de baño para ver que hacía, como se arreglaba, pero sin que ella se percatara, me gustaba hacer eso, verla
Cuando ella no lo notaba, ver sus gestos al maquillarse, o las locuras que hacía cuando se ponía a cantar mientras se arreglaba.
Para suerte, la puerta estaba entre abierta, así podía verla más fácil.
Ella estaba hay frente al espejo, poniéndose una crema en el rostro y yo detrás de ella, con una sonrisa tan idiota en el rostro,- su rostro se veía tan hermoso, tan radiante-, mientras yo estaba embobado en mis pensamientos, no me percaté de que ella comenzaba desvestirse para ponerse unos jeans ajustados.
Antes de que se pusiera la blusa, me acerque a ella, tomándola por la espalda, y dándole un suave beso en el cuello, subiendo hasta su oído, donde le susurre -te vez hermosa-, enseguida suavemente mordí su oído, haciendo que ella sintiera un escalofrío…
André, porque te gusta hacer eso-dijo dando un suspiro muy profundo consigo.
No lo sé, Lina, simplemente me gusta, le dije girándola hacia mí, y mirándole a los ojos le di un beso en los labios, que culminó con una leve mordida.
Soltándola, Salí del cuarto de baño, dejándola mordiéndose el labio, me encantaba eso, ver su rostro de chica apasionada.
Aunque más que ver ese lado precioso de ella, me encantaba más ver su rostro de niña enamorada, me encantaba ver lo afortunado que yo era, saber que esto era real, que era mutuo, y mejor aún, que yo después de tanto tiempo, tanto daño, yo pude volver a amar, ¿Qué fue lo que ella hizo para cautivarme y enloquecerme así?
El rechinido de la puerta se hizo presente, Lina estaba entrando, se veía tan hermosa, tan sencilla, se veía, perfecta, más que eso, no sé cómo explicarlo, su rostro se veía tan brillante, tan sonriente, sus ojos
Hipnotizaban, (di un suspiro), sus curvas sobresalían por encima del vestuario (me mordí el labio).
André, ya debemos irnos, estás listo -dijo con un tono un poco áspero.
Ya voy amor.
Te espero abajo-dijo poniendo una sonrisa.
Tome el pantalón de mezclilla oscuro, que estaba en la cama, una camisa de botones negra completamente bien planchada, la arremangue un poco, puse mis cadenas que no podían faltar, y unos botines negros.
¡André! ¡Llegaremos tarde!
¡Ya voy!
Aunque, así como me enamora, también llegaba a desesperarme y enloquecerme por su manera de apresurarme para cualquier lugar.
¡André!, ¡André!, ¡André! -gritaba desesperada- baja rápido ¡por favor!
Sin terminar de arreglarme por completo, y aun poniéndome la loción, me apresure a salir del cuarto de baño, bajando agitado las escaleras, tropezándome con mis propias piernas, para poco a poco llegar hasta la cocina y encontrarme con Lina, intentando abrir un frasco de mermelada de durazno, pero gritando de la forma más dramática. ¿Por qué es así? Me preguntaba a mismo.
Y hay estaba yo parado, con el corazón saliéndoseme, la respiración agitada, y un susto que nunca olvidaría, viéndola desde la entrada a la cocina, sin que ella se percatara, comencé a reír.
¿Por qué eres tan dramática Lina?
Porque si, -dijo acompañada de un gesto infantil, guiñándome un ojo y poniendo una sonrisa de chica ganadora.
Trae acá pequeña dramática- dije quitándole el frasco.
Una vez abierto, Lina tomo un cuchillo y tomo un poco de mermelada y la unto en un pan tostado, luego dio una mordida, y aun con un poco de comida en la boca, dijo suavemente:
¿Nos vamos?
Tomando su bolso, y caminando hacia afuera de la cocina.
Suspire, esta mujer está loca.