La sala final era un abismo suspendido. En el centro, una esfera palpitante: el Corazón del Olvido. Una grieta en el mundo. Un agujero donde todo lo sentido se perdía.
La voz del Olvido surgió como un eco dentro de ellos:
—No pueden cerrarme sin perder algo. No pueden ganar sin dejar una cicatriz.
Ilyana fue la primera. Cerró los ojos… y dejó caer un colgante de su infancia. Un recuerdo feliz de su madre.
La esfera se encogió.
Nahl dio un paso al frente. Abrió su mano… y dejó ir la imagen de su hermana menor, la única que lo recordaba con cariño.
—Ella me dio fuerza —dijo—. Pero ya no la necesito para saber quién soy.
La esfera tembló.
Eliah se acercó al borde.
—¿Qué vas a ofrecer? —preguntó Ilyana.
Eliah sonrió con los ojos llenos de lágrimas.
—Mi amor por Anwen.
—¿Estás seguro? —dijo Nahl.
—Sí. Porque si quiero seguir adelante… tengo que soltar lo que me ató al pasado.
Y dejó caer.