Después de la lectura en la biblioteca, Eliah no podía sacudirse la sensación de que todo era más complejo de lo que parecía.
En la sala común de la Fortaleza, junto a Ilyana, compartió lo que había descubierto del pasado de Anwen.
—El ciclo no es solo sobre el Olvido —dijo Eliah—. Es sobre repetir lo que nunca fue terminado, lo que quedó atrapado entre el silencio y la memoria.
Ilyana frunció el ceño.
—¿Entonces Anwen no solo fue víctima, sino también parte activa de esto?
—Exacto. Y el Cuervo Carmesí no es solo un símbolo. Es la representación del ciclo. Ella… es la encarnación.
En ese instante, Nahl entró con un pergamino antiguo.
—Encontré esto en la cámara del Corazón —dijo—. Parece un mensaje cifrado.
Juntos lo desencriptaron. Revelaba una profecía:
“Cuando la sangre del Cuervo se cruce con la llama del Olvido, el ciclo podrá romperse, pero solo con un sacrificio que ningún guardián puede prever.”
Eliah sintió un escalofrío.
—Un sacrificio… ¿de quién?
Ilyana tomó la palabra.
—Quizás no sea solo uno. Quizás tenga que ver con todos nosotros.
Mientras hablaban, fuera de la Fortaleza, una sombra se movía sigilosa. Observaba. Esperaba.
La corrección.
La que contaba el tiempo de las almas.