La Fortaleza estaba envuelta en un silencio tenso. Eliah, Ilyana y Nahl prepararon sus pertenencias. Sabían que para enfrentar la corrección, debían entender el origen del ciclo.
—Hay un lugar —dijo Ilyana mientras desplegaba un mapa antiguo—. El Santuario de los Ecos. Se dice que allí están las voces de quienes intentaron romper el ciclo antes que nosotros.
Nahl asintió.
—Entonces vamos.
El camino hacia el Santuario era arduo. Cruzaron bosques donde las sombras parecían susurrar sus nombres, ríos que reflejaban más que su propio reflejo, y ruinas olvidadas que guardaban secretos.
Durante el viaje, Eliah recordó fragmentos del diario de Anwen y los compartió en voz baja. Cada detalle parecía cobrar vida en ese paisaje misterioso.
Al llegar, encontraron el Santuario oculto bajo una montaña cubierta de enredaderas. Las puertas eran enormes, grabadas con símbolos del Cuervo Carmesí y el Olvido entrelazados.
Ilyana colocó su mano en la puerta y susurró:
—Que las voces nos guíen.
La puerta se abrió con un crujido, revelando un interior lleno de fragmentos flotantes: recuerdos, ecos, y sombras danzantes.
Una voz resonó:
—¿Quién osa despertar los ecos del pasado?
—Somos los que buscan romper el ciclo —respondió Eliah—. Necesitamos saber qué se nos ha ocultado.
Las sombras se agitaron y comenzaron a formar imágenes, mostrando escenas de batallas antiguas, sacrificios y un círculo eterno de luz y oscuridad.
Una figura apareció, luminosa pero quebrada.
—Soy la memoria de la primera guardiana —dijo—. El ciclo es más que una maldición: es un equilibrio frágil. Romperlo puede traer salvación o destrucción.
Ilyana preguntó:
—¿Qué debemos hacer entonces?
—Entender que el sacrificio no siempre es lo que parece. Que la fuerza reside en aceptar lo que somos, no en negar lo que tememos.
Eliah comprendió que el camino sería difícil, que debían enfrentarse no solo a enemigos externos, sino a sus propios miedos y sombras.
Con el corazón más fuerte, los tres salieron del Santuario.
Afueras, la sombra que los observaba se desvanecía lentamente.
Pero la corrección seguía acercándose.