Después de la batalla, el silencio volvió a la tierra como un suspiro contenido. Pero en el corazón de Anwen, el eco del conflicto seguía resonando.
Eliah la miró con preocupación.
—Anwen, ¿qué pasa? —preguntó.
Ella bajó la mirada, sus ojos llenos de una mezcla de esperanza y temor.
—He sentido el peso de mi destino como nunca antes —dijo—. El ciclo del Cuervo Carmesí no es solo una maldición, es una responsabilidad que podría costarme todo lo que amo.
Ilyana se acercó, tocando su brazo con suavidad.
—No estás sola en esto. Estamos contigo.
Pero Anwen sabía que había algo más, un secreto que aún no le habían revelado, algo que podría cambiarlo todo.
Esa noche, mientras dormía, tuvo un sueño: una figura encapuchada le tendía una llave dorada y le susurraba:
—Solo quien entienda el origen podrá romper el destino.
Al despertar, Anwen sabía que su próximo paso era buscar esa llave, y con ella, la verdad oculta en el origen del ciclo.
Eliah, Ilyana y Nahl prometieron acompañarla, conscientes de que lo que les esperaba sería más peligroso que cualquier batalla hasta ahora.
Porque el peso del destino no se lleva solo.