La cámara subterránea vibraba mientras la voz resonaba en las paredes, profunda y antigua.
—¿Quién osa profanar el origen del ciclo? —preguntó, llena de poder y juicio.
Anwen dio un paso adelante, con la determinación brillando en sus ojos.
—Soy Anwen, y busco romper la maldición que nos ata a este destino.
La voz respondió con un eco que parecía provenir de todas partes.
—Para hacerlo, debes enfrentarte a lo que guardas en tu interior. Solo aceptando tu verdad podrás avanzar.
De repente, la visión en el espejo se intensificó. Anwen fue transportada a un recuerdo ancestral: una mujer joven, guardiana del ciclo, enfrentando una elección imposible entre proteger a su pueblo o sellar el ciclo para siempre.
Las imágenes mostraban sacrificios, amor, traición y una promesa que había marcado a generaciones.
Anwen sintió cómo ese peso la envolvía, cómo la decisión de aquella mujer era también suya.
—¿Qué debo hacer? —murmuró, casi para sí misma.
La voz respondió, suave pero firme:
—Camina el camino de la guardiana. Solo así el ciclo podrá romperse, y el silencio dejará de gobernar.
Cuando la visión terminó, Anwen abrió los ojos. Sus amigos la miraban con preocupación y esperanza.
—Esto es más grande de lo que pensábamos —dijo Eliah—. Pero no estás sola.
Anwen asintió, lista para seguir adelante.
—Vamos. El camino continúa.