La tensión entre ellos era casi palpable. Cada palabra se sentía cargada de sospecha, cada mirada parecía esconder un juicio.
En el campamento, una discusión acalorada estalló. Nahl confrontó a Eliah con acusaciones de traición, impulsado por los mensajes que Kael había sembrado.
—¿Cómo pudiste ocultarnos algo tan importante? —gritó Nahl, con el rostro lleno de ira y decepción.
Eliah, sorprendido y herido, intentó explicar, pero sus palabras se perdieron en el ruido de las dudas.
Ilyana, tratando de mediar, fue rápidamente acallada por la tensión que envolvía a todos.
Anwen sintió cómo el peso del liderazgo la aplastaba.
—¡Basta! —exclamó con firmeza—. Esto es exactamente lo que Kael quiere. No podemos permitir que nos destruya desde dentro.
Pero las heridas eran profundas, y la unidad comenzaba a resquebrajarse.
El grupo, que había enfrentado enemigos externos y desafíos imposibles, ahora estaba a punto de perder la batalla más difícil: la confianza mutua.
En la oscuridad, Kael observaba, satisfecho.
—Al filo del abismo —susurró—. Solo hace falta un empujón.