El silencio se apoderó del valle tras las palabras de Kael. La idea de que el ciclo fuera una protección, y no solo una maldición, golpeó al grupo con fuerza.
—No es fácil aceptar que todo en lo que creímos podría ser solo una parte del equilibrio —dijo Anwen, con voz pensativa—. Pero si existe una forma de romperlo sin destruirlo, debemos intentarlo.
Kael asintió, mostrando un atisbo de respeto.
—No confío en ustedes, ni ustedes en mí. Pero nuestra única esperanza es colaborar, aunque sea temporalmente.
Eliah cruzó los brazos, desconfiado.
—¿Qué garantía tenemos de que no estás jugando con nosotros?
—Ninguna —respondió Kael con franqueza—. Pero puedo guiarlos hacia respuestas que ni siquiera imaginan.
Ilyana miró a Anwen, buscando su opinión.
—¿Qué piensas?
Anwen respiró hondo y, con determinación, respondió:
—Si queremos romper el ciclo y salvar lo que queda, necesitamos todas las piezas del rompecabezas. Incluyendo a Kael.
Así, sellaron una alianza frágil, consciente de que el camino sería peligroso y las traiciones podían surgir en cualquier momento.
Mientras avanzaban juntos, el silencio del Cuervo Carmesí parecía observar, esperando el próximo movimiento.