El sillón

Vislumbres de una horrible distancia.

Tenía casi diecinueve años. El conde había muerto un 14 de enero, ya hacía más de seis meses. El señor Perkins se jubilaria en la siguiente primavera.

Dos meses después de las exequias del conde, hizo su aparición permanente,el nuevo conde,el nuevo amo. Había estado durante los últimos días de su tío y unos días después del sepelio se había marchado para poner en orden sus asuntos personales y notificar a sus padres.

Distante. Frío.

-Conde,- había dicho el señor Perkins - quiere usted hacer las visitas a los campos el martes?-

-El martes está bien -

-Miss Harris - había dicho el señor Perkins - prepare las cosas para el martes - asentí prontamente. El conde no me miró. Parecía otro. Habíamos estado juntos en esa habitación, durante los últimos meses, varios días a la semana, pero el no me dirigió la palabra directamente,todas las instrucciones directas iban a Mr. Perkins y de Mr. Perkins a mí.

Los primeros días, había estado feliz y esperanzada, esperando que el me reconociera y me hablara. Pero no lo hizo. Comencé a desanimarme y luego comenzó a dolerme el corazón. Sí a dolerme por su indiferencia.

Había anunciado su partida a la capital por espacio de tres meses.

Entonces hizo un anuncio que me tomó literalmente por sorpresa.

-Envie a Miss Harris a la capital una vez al mes,para las firma de documentos y diligencias necesarias -

-A Miss Harris?-

El joven conde con sus 24 años, irguió el cuello,lo miró fijamente y confirmó.-A Miss Harris, dentro de unos meses se hará cargo de mis finanzas, debe aprender a manejarse en Londres-

-Si señor - contestó Mr Perkins tan sorprendido como yo.

El martes siguiente,a las nueve en punto de la mañana, salimos de la entrada principal de la mansión, rumbo a los campos. Mi Nana me había hecho poner un sombrero de paja con velo blanco, - Debes cuidar tu cutis niña!- había dicho enérgicamente, sabiendo bien que me importaría un comino quemarme la piel.

Al llegar el conde ,nos había saludado con un escueto -Buen día - y había inclinado un poco la cabeza hacia nosotros y por primera vez,en mucho tiempo,me había echado una mirada. Serio, distante, como si fuese un animalito salvaje, desconfiado. Después entendí, mucho después, que en realidad estaba bastante conmocionado aún por la muerte de su tío, por la enorme responsabilidad del condado y las exigencias de sus padres respecto a una buena alianza matrimonial. El nuevo conde tenía más que suficiente con que lidiar.

Hicimos el recorrido acostumbrado, mi caballo y yo, justo detrás del conde y del Mr Perkins. Cada que el conde hacía un comentario importante, o indicaba alguna orden, tomaba mi lápiz y anotaba todo diligentemente en un cuadernillo.

Anduvimos por los campos y con los encargados de ellos durante casi medio día. Después terminamos bebiendo agua en la entrada de la casa de uno de los arrendatarios.

Hicimos el recorrido de regreso pausadamente a Dios gracias, yo estaba realmente cansada. Estaba segura de que si las próximas visitas, cuando se jubilarse Mr Perkins,el conde imprimía una mayor velocidad a su montura,yo no iba a poder seguir su paso.

Suspiré.

Llegamos a la casa cerca de las tres de la tarde,el joven amo ordenó que, se sirviera la comida inmediatamente y añadió que comería acompañado de mí y del señor Perkins.

Me sentí bastante incómoda. Bajé las escaleras después de lavarme un poco, y entré al comedor cuando ya los varones estaban ante sus platos servidos.

-Disculpe usted mi tardanza, señor conde - me sentí apenada.

-No ha tardado mucho - dijo sin emoción - es una comida informal, cuando se le invite de nuevo a una comida formal con la familia, espero entonces que sea usted puntual -

-Si señor - atiné a decir bastante desconcertada y sorprendida por sus palabras.

Un sirviente me retiró la silla y me senté discretamente. No comí con gusto. Aunque tenía hambre.

Nadie dijo absolutamente nada durante la comida.

La siguiente semana se fué a Londres.

Esas primeras semanas sin el joven amo fueron vacías, a pesar de su distancia, su ausencia dejaba un hueco en mi vida.

Durante mis tardes libres, que era una o dos por semana, me sentaba en la galería,ante el retrato enorme del antiguo conde. Lo miraba intentando entender, porque había sido tan bueno conmigo. Y lloré. Sí le lloré al buen hombre. Había muerto prematuramente.

-Miss Harris - Miss Cuervo estaba ante mí, mientras intentaba limpiarme las lágrimas.

-Miss Cuervo -

-Estás triste - asentí.

-Era un muy buen hombre- ella suspiró. Ambas guardamos silencio por unos momentos.

- Sí,lo era- se me salieron otros lagrimones.

-Algun día,te contaré una historia-, me miró, adivinando por mi expresión,mi sorpresa y curiosidad -aun no estoy lista.- carraspeó - deja de mirar tanto el retrato del conde niña, o creeré que estabas enamorada de él - dijo con una voz que intentó ser severa sin conseguirlo, quebrándosele al final con un sollozo reprimido.- vamos, vamos, es hora de cenar-dijo después de consultar su reloj.



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En el texto hay: trabajo y amor, orfandad

Editado: 21.02.2025

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