El Símil: Días de Rebeldía y Noches Monstruosas

CAPÍTULO 1 | Historia: Portal a la magia de las estrellas

1

 

 

 

Los zapatos del general, tan elegantes como embadurnados de betún, resonaban a cada paso que éste daba. Parecían mantener, más que un baile, un concierto de percusión con las botas de su acompañante.

 

―Escúcheme Coronel, no sabemos qué demonios espera al otro lado. Por el momento, ―Hizo una pausa, permitiéndose una inspiración profunda mientras cavilaba brevemente antes de proseguir. ―Por el momento no quiero heroicidades.

A su lado, una mujer esbelta enfundada en un traje militar, asintió mientras efectuaba una mueca que resaltaba las duras facciones de su rostro.

―Entendido, General Harris.

 

La pareja con más poder en aquel lugar recorrió lo que quedaba del pasillo en silencio. Cada vez más cerca, un umbral sellado con la máxima seguridad les separaba de la cámara principal, donde se encontraba la puerta.

La coronel se había empapado no solo de toda la información relativa a la misión, sino también de lo relativo al descubrimiento y puesta en marcha de aquel cacharro. Así le gustaba llamarlo, con un cierto deje despectivo dada la malicia que percibía en la creación de algo así.

Sin embargo, suponía todo un dulce para los golosos miembros del gobierno, que con el secretismo de la gula insaciable habían poco menos que corrido para alcanzar la fase 3. A parte, y lo más importante, aquello representaba una oportunidad de oro para ella misma.

 

Cuando el general Harris abrió las compuertas que daban acceso a la cámara donde habían montado el cacharro, la Coronel quedó tan boquiabierta que ni se percató de cómo su chicle caía por la comisura de sus labios al suelo.

Aquello era un espectáculo de proporciones mayúsculas.

Ni puerta, ni cacharro. Se trataba de un portal circular con extraños símbolos grabados en su superficie.

El secretismo con que se estaba llevando todo no le había permitido ver ni siquiera una sola foto, siendo ese el primer instante en que la magnitud de lo que veía regaba sus sentidos.

 

―Bienvenida, Coronel Rebeldía. ―Una mujer ataviada con una indumentaria claramente científica se acercó, carpeta en mano, a su posición. Llevándose el dedo de su mano libre a sus gafas, las acomodó saludando a su vez al general. ―General Harris. ― Dijo, mientras sacudía brevemente la cabeza a modo de saludo.

Como instigada por un latigazo, respondió a la inquisitiva mirada del general poniéndolo al día.

―Los preparativos para la fase 3 están terminados. Nos disponíamos a iniciar el proceso de rotación.

―Adelante, no pierdan tiempo.

 

La joven hizo una señal a sus compañeros ubicados en el piso inferior. Arriba, desde una posición privilegiada, científica, coronel y general quedaron sumidos en un silencio sepulcral.

Los ojos del general estaban fijos en la circunferencia de piedra y metal. Sus oídos, concentrados en la aparición del más leve sonido que indicase el inicio de lo que podía ser el evento más glorioso de la historia de la humanidad.

La coronel Rebeldía, sin embargo, prestaba atención a quehaceres que consideraba de mayor interés. Cuando la joven científica se dio cuenta del repaso que le estaban metiendo, giró su rostro con incredulidad para toparse con la sonrisa en la boca de la coronel, que mascaba un nuevo chicle mientras le guiñaba el ojo fugazmente.

La joven se proponía devolverle una sonrisa cómplice, aunque lo que finalmente le salió fue una mueca de estupefacción.

 

Los rotores se habían activado.

Un ruido ensordecedor conquistó la estancia, mientras las voces apresuradas de los científicos se sucedían unas a otras, sumiéndolos en una carrera por analizar si lo que estaba ocurriendo era normal.

La joven científica se dispuso a alzar su mano para interrumpir el arranque, pero el general sujetó su brazo sin siquiera apartar la vista del portal.

―No hemos llegado hasta aquí para nada.

―Pero, general… ― La firmeza con la que la mano del general sujetaba su muñeca la hizo comprender que iban a seguir adelante.

 

La estructura comenzó a rotar sobre sí misma.

La primera vuelta fue tan costosa como chirriante, pero cuando encaró la segunda pareció ganar en fluidez.

Tres, cuatro, cinco… La rotación conquistaba cada vez una velocidad mayor.

Cuando era ya imposible contabilizar una vuelta de lo rápido que ésta acontecía, Rebeldía sintió como su vello se erizaba.

Relampagueantes chorros de electricidad comenzaron a serpentear por la estructura. En un principio surcaban sus bordes, pero pronto cruzaban el interior de la gran circunferencia dibujando formas abstractas.

Ahí fue donde la coronel se concentró al fin.

Por un momento, en esas formas le pareció distinguir un inconfundible rostro, si es que a aquello se le podían llamar facciones. Su objetivo personal, aquello que no podía confiar a nadie, dibujado en un lienzo etéreo por una fuente de energía eléctrica.



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En el texto hay: bipolar, cine, identidad

Editado: 09.12.2020

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