El sobrino del Rey Místico

Capitulo tres: Celia

—No debiste pronunciar tales palabras a Luna —me reprendió. Hice oídos sordos ante sus advertencias y me dediqué a mirar por la ventana del carruaje—. ¿Puedes oírme, amiga mía? Sé que detestas la reprensión... pero es tu amiga, y sabes lo que le aguarda, a diferencia de nosotras.

Aquellas palabras captaron por completo mi atención. Me giré para observarla.

Mi amiga al igual que siempre estaba hermosa. Ella poseeia una belleza luminosa que atraia las miradas de todos incluso la de los nobles. Su piel clara resplandecia bajo la luz de la luna que la ilumiba suavemtne por la ventana. Sus cabellos dorados, cuidadosamente peinados en elaborados rizos suaves, caian sobre sus hombros engalanados con encajes de Flandes. Sus labios estaban teñidos con un delicado color carmín y sus párpados estaban sincelados con un leve toque de azul, un símbolo de sofisticación entre las damas jóvenes de moda.

—He cometido muchos errores últimamente —musité en voz baja.

—¿Persistes en lo mismo?

—Sí... —afirmé, sin querer hablar del asunto—. Hablando de cosas que no debemos hacer... Estás hermosa, pero tal vez no fue el mejor movimiento del mundo presentarte vestida así.

Ella bajó la vista hacia su propio pecho. Vestia un corpiño de seda azul de ultramarque se ajustaba perfectamente a su talle, realzando sus formas con un aire provocador, sus faldas eran amplias con guardas bordadas en hilo de oro y unas pequeñas perlas discretas —pero innegablemente valiosas— que revelaban el poder económico de su familia.

—Nunca se sabe si hallarás un buen pretendiente —me corrigió con delicada firmeza—. Deberías aprender de mí. Eres demasiado hermosa para llevar siempre vestidos tan sencillos.

Miré mi propio vestido bordó, liso y sin adornos, y un gesto de desagrado recorrió mi rostro. Mis dedos jugaron con el dobladillo áspero de la tela mientras un nudo se apretaba en mi pecho.

—Vamos a un lugar donde nadie deba hallarnos, amiga —recordé, alzando una ceja.

—No desvíes la conversación.

Me quedé en silencio, mirando el reflejo borroso de mi rostro en el vidrio del carruaje, deformado por la vibración de las ruedas.

—Ya sé que fue un error —admití al fin, sabiendo que no quería hacerlo—. Mas precisaba abandonar aquella casa.

Ella suspiró y ladeó la cabeza.

—Luna también necesitaba salir... si la hubieras convencido, lo habría hecho. ¿Lo sabes, no es cierto?

—Tal vez... —murmuré.

—Se ha de casar en pocos días, Celia. Debes aceptarlo.

Mis ojos se humedecieron al oírlo.

—No quiero hacerlo.

—Puede que sea dichosa. Ignoras lo que le reserva el porvenir.

—Sí lo sé. —Mi voz tembló.

Ella me dedicó una mueca entre divertida e incrédula, intentando aliviar la tensión.

—Todos tienen su deber. Tú también lo tienes.

—¿Acaso crees que ignoro ello? —inquiri con enojo— Toda mi vida lo he sabido, pero Luna... no hallará la felicidad.

—¿Cómo lo sabes? Aún no conoces...

—La van a casar con un viejo de cincuenta y dos años —revelé de golpe, dejando a mi amiga boquiabierta.

El silencio que siguió a la revelacion de mis palabras fue horroroso. Solo el traqueteo monotono de las ruedas del carruaje contra el empedrado rompía el aire entre nosotras. Afuera, la noche se extendía fría y negra. Se notaba que ya estabamos cada vez mas cerca de la gran capital al dejar a tras la oscuridad absoluta y dar paso a la luz nocturna.

—¿Ella lo sabe? —preguntó finalmente, con la voz apenas audible.

—Apenas se enteró antes de venir.

—¿Y cuánto hace que tú lo sabes?

La miré con una sonrisa desganada, amarga.

—¿Hace cuánto? —insistió, con un hilo de rabia contenida.

—Puede que lo sepa desde hace semanas.

Sus ojos se abrieron tanto como sus labios, y un estremecimiento recorrió su cuerpo.

—¿Por qué callaste? —exclamó, haciendo vibrar los cristales del carruaje.

—Mi padre lo sabía... pues es uno de sus amigos en el juego de naipes. Me hizo jurar que no diría palabra. Créeme —tragué saliva con dificultad—, vivir en la incertidumbre es más soportable que conocer la verdad.

Ella negó con la cabeza varias veces, incapaz de comprender mi decisión, y sus manos apretaron con fuerza el borde del asiento.

—Celia... —suspiró, con desdén por imaginarlo— al menos nosotras no estamos en tal situación.

La miré con incredulidad, casi con risa amarga en la garganta.

—Recuerda que aún hemos de casarnos.

—No venimos de la realeza —replicó alzando el mentón, con ese fuego orgulloso que siempre ardía en sus palabras—, pero ten por seguro que somos más inteligentes que la mayoría de nobles. Muchas nos desprecian por ello, pero conseguiremos un buen matrimonio. Lo sé.

Amaba esa seguridad suya, ese empeño en desafiar el mundo como si ya lo tuviera en sus manos. Era el motor de su carácter. No le importaba su origen, solo el lugar al que estaba decidida a llegar.

—Tú naciste para la realeza, amiga mía —dije con una sonrisa cansada.

—Sé que no nací con un título... —su voz se volvió suave, pero firme—, pero al menos moriré con uno.

—Dios te oiga.

El carruaje se sacudió con un bache y ambas reímos suavemente, con la risa rota.

—Nuestros padres pueden ser muchas cosas —insinué, levantando las cejas ante su mala mirada—, por lo menos no han sido malos padres. Nos dejarán casarnos con quien queramos... siempre que sea apropiado

Elizabeth miro con mala cara. Sabia que mis palabras no le gustaban ella no queria querer a su esposo. Queria saber que clase d vida podia darle. Ella ya lo tenia todo; dinero, joyas, clase. Solo le faltaba el titulo que acompañaba a todo eso.

El comercio pujante era el cual sostenia la fortuna de su familia, pero era los salones aristocráticos donde ella buscaba reconocimiento. Sabia que para triunfar deberá mostrar una impecable etiqueta, por ello era que siempre trataba de hablar con propiedad y mantner los modales. A diferencia de mi, que nunca sabia comportarme. Sentia un poco de envidia por ella, pero era del bueno. Me gustaria poder ser asi de decidia y ser lo suficienteme intelignete como para saber como debia comportarme para lograr mis objetivos.



#1802 en Fantasía
#5713 en Novela romántica

En el texto hay: reyes, medieval, medianoche

Editado: 16.10.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.