En las frías aguas del Atlántico Sur, las olas golpeaban con fuerza contra el casco del ARA San Luis. A bordo, un joven soldado miraba hacia el horizonte, donde el cielo y el mar se fundían en un abrazo gris. No era un héroe de renombre ni un estratega de guerra; era un muchacho de un pueblo olvidado, un número más en los registros militares, pero con un corazón ardiente por defender su patria.
El 2 de abril había llegado, y con él, el inicio de una batalla que marcaría su destino. El soldado desconocido, con su uniforme aún sin manchas de guerra, se alistaba para desembarcar en las islas, donde su valor sería puesto a prueba. No sabía si su nombre sería recordado o si su rostro se perdería en la neblina del tiempo, pero estaba decidido a cumplir con su deber.
La novela seguiría su viaje, explorando los desafíos que enfrenta, las amistades que forja y los sacrificios que hace en el nombre de su país.