Cada día ella se levantaba y le parecía increíble que estuviera en ese lugar, a veces se descubría recordando su pasado mientras se le escapaba una lágrima y rodaba por su mejilla, una lágrima de esas que no te dejan aliento, que te devuelven a la realidad, que la hacía salir de sus amargos recuerdos.
— Por mi hijo, es por el que cada día me levanto con determinación y es por él que daré mi vida, si fuera necesario, para que no pase por las cosas que yo pasé.
Ella dio a luz un niño que le cambio el color de la vida, el brillo de los ojos, ahora si tenía por quien luchar, soñar y vivir.
El pequeño Jairem fue creciendo muy rápido, pero ignoraba que Karen fuera su madre porque el trato de los González con Karen consistía en que nunca debía decirle a Jairem que ella era su madre, y por eso desde muy pequeño la maltrataba verbalmente y la humillaba.
— Oye, sirvienta.
— Sí, Jairem.
— La próxima vez que te pida algo y no me lo des como te lo pido te lo lanzaré al rostro, ¿entendiste?
— Perdón por no...
— No te estoy diciendo que te disculpes, te estoy diciendo que me traigas lo que te pida. ¿Me entendiste?
— Sí.
— Espero que así sea. Ya vete que si te necesito te llamo — Conversaciones como estas eran frecuentes entre Karen y Jairem desde que él cumplió 12 años.
Cierto día Karen regresaba del súper mercado y tratando de llevar las bolsas a la cocina tropezó con los juegos de Jairem, él la miraba con rabia.
— ¿Por qué no te fijas Karen? yo espero que ninguna de mis cosas esté rota por tu incompetencia Karen. ¿Qué no sabes hacer nada bien? — Él miró sus cosas con desprecio y luego prosiguió a decir— quiero que los recojas todo y los coloques tal y como estaban, justo donde estaban.
— Sí.
— Se responde sí señor, Karen, que no somos iguales.
— Sí señor.
Esa noche, al igual que todas las otras, Karen lloraba desconsolada al ver que su hijo se parecía cada vez más a Frank, y eso era lo que ella menos deseaba. A razón de que la familia González no pudo tener hijos, a Jairem le daban todo lo que él quería y eso lo tenía mal acostumbrado.
Una de tantas noches en desveló e insomnio Karen no podía dormir, fue al cuarto de Jairem y le acarició la cabeza mientras le susurraba con lágrimas en los ojos:
— si supieras quien soy yo en realidad, si supieras cuanto te amo, si lograras saber que todo lo que estoy haciendo es para que no vivas en la miseria como yo la viví, lo que más me duele es que quizás nunca lo sepas, creo que si algún día te enteras de que soy tu madre te avergonzarás de mí y no podría soportar un desprecio más y menos de ti. Vive querido hijo, aún sin saberlo tú, si muero, moriré segura de que Dios si logró saber que yo si te amé hasta dar mi vida por ti.
Karen salió del cuarto de Jairem y fue al suyo, se arrodilló ante su cama y oró a Dios de la siguiente manera...
— Dios eterno, quizás yo no merezca el siquiera mencionarte, pero tu como padre sabes que somos capaces de lo que sea por nuestros hijos, y por mi hijo es que vengo a pedirte. Protégelo señor, dale sabiduría para discernir las cosas buenas de las malas, bríndale todo el amor que la vida me negó, no lo desampares nunca, sabes que no hay nada bueno lejos de ti, aunque lo parezca a veces, yo sé que él no es malo, solo son cosas de la juventud que él tiene que vivirlas. Oh padre eterno ya me resigné a no ser feliz, pero por favor que nunca le falte la felicidad a él. En el nombre de Jesús, amen.
Cada noche ésta era la oración de Karen por su hijo, todos los padres oran por sus hijos, aunque estos no lo sepan nunca ni lo noten, ellos siempre están clamando por su bienestar físico, mental y espiritual.
Luego de esto Karen se recostaba, pero no descansaba, pues cada noche tenía pesadillas de todo lo que vivió con Frank.
No existe cosa que se perturbe más a una persona que la voz de una conciencia abatida por el pasado. Se dice que tanto da una gota de agua en una piedra, hasta que le hace un hoyo, y a Karen esas pesadillas y el mal comportamiento de Jairem con ella le estaba dejando secuelas que le trajeron como consecuencias problemas cardiacos.
Un día Karen estaba en un consultorio médico examinándose y...
— Señora Karen— dijo el doctor—, usted goza de muy buena salud, pero he notado que su corazón está muy maltratado, tendré que chequearlo para confirmar mis sospechas.
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Editado: 05.03.2018