El Sonido del Corazón

Parte 2

— Aunque la primera vez que lo vi no me había golpeado ¿O lo imagine? — pensó Maia.

Todas las mañanas empezó a vigilarlo, y pensar como demostrar que era real, un par de veces llevó alumnos con ella para que vigilará, pero nunca el ser apareció, por eso empezó a suponer que tal vez era fruto de su imaginación.

Hasta que un día decidió intentar algo desesperado, se tiró de nuevo al mar, se quedó bajo el agua lo más que pudo, ya cuando pensó que nada pasaría, vio pasar algo por el rabillo del ojo, lo que fuera la tomó y la sacó a la superficie rápidamente, cuando iban llegando a la orilla, Maia se puso de pie mirando directamente al tritón, que entendió que había sido una trampa, se dio vuelta y se quiso huir.

— Espera — dijo ella con su voz sin emociones.

Él se paró, dio vuelta lentamente, nervioso, preparado para huir si sentía peligro.

— No te haré nada ¿Eres real? — el tono era muy anómalo, y muy fuerte.

El tritón empezó a hablarle, ella le hizo de nuevo señas que no podía escucharle, entonces el empezó a mover las manos para usar el lenguaje de señas.

— ¿Sabe comunicarse así?

Trataba de explicarse, pero no podía coordinar muy bien que quería decir, ella se le acercó en el agua, tomó la mano del ser y le hizo la frase con las manos: yo me llamo, y lo apunto él.

— ¿Preguntas como me llamó? Soy J o r d e n.

Ella sonrió, se tocó el pecho y al mismo tiempo que habló, uso los signos: Maia.

Se fueron donde había rocas, él se puso a un lado en el agua.

— ¿Cómo sabes las señas?

El tritón trataba de usar las manos para hacerse comprender.

— No me entiendes... — el tritón miró para todos lados.

Él apuntó para un lugar de arena, allí dibujó una figura grande y varias chicas, apuntó a la mayor y luego a la mujer.

— ¿Me veías cuando les enseñaba a los niños?

El otro afirmó con la cabeza. Estuvieron conversando, un poco con señas, un poco con dibujos, hasta que él indicó que debía irse.

— Nos veremos mañana — preguntó la humana, él afirmó, y se perdió en el mar.

Ella se quedó mucho rato meditando, era verdad lo que vio, pero ahora estaba en la encrucijada, le diría al alguien más...

Desde entonces iba preparada y le empezó a enseñar el lenguaje de señas al tritón, como el clima lo permitía salía mucho con sus alumnos, y su nuevo amigo desde el río asistía a las clases. Hasta que por fin pudieron tener una conversación fluida.

— ¿Ese día te atrapó la tempestad?

— Sí, tuve suerte de que me ayudarás, otros de los tuyos me hubieran llevado para mostrarme, o me hubieran matado para exhibir mi cuerpo.

— De verdad crees que te harían eso.

— Ya ha pasado antes, cuando había contacto entre nuestros pueblos, ustedes se llevaron muchos de los míos, hasta que decidimos ocultarnos, cada vez que ven uno de nosotros quieren capturarnos.

Maia meditó un rato sus palabras, para reconocer que tenía mucha razón.

— ¿Estuviste siguiéndome por un tiempo?

— Sí.

— ¿Fuiste quien me rescató cuando caí?

— Sí, tú me ayudaste, te lo debía. Estoy esperando que mi gente vuelta, me separé, y como no pueden escucharme, quedé rezagado.

— Espera ¿Tú no hablas?

— Sí habló, pero ellos no pueden escucharme, es como si fuera mudo. Nunca debo alejarme de mi gente sino es como ahora, me perdería y no puedo pedir ayuda, por suerte tenemos rutas fijas, solo debe esperarlos.

— ¡Qué raro!

— Por fin, gracias a ti podré mantener una conversación con alguien de mi gente, fueron muchos años de soledad, le voy a enseñar a los míos para que puedan entenderme.

— ¿Eres el único que le pasa eso?

— Hay algunos más, en mi grupo yo era el único.

— Tranquilo amigo, te ayudaré siempre en lo que pueda.

— ¿No te doy miedo?

— Debo reconocer que me asustaste cuando te vi por primera vez.

Al otro día Maia le preguntó a su padre si sabía de un caso de un mamífero que no fuera escuchado por otro.

— La verdad es que no ¿Por qué quieres saber?

— Por nada, solo era por curiosidad.

— Pero si podría darse que alguna ballena no pueda escuchar a otra, si su voz esta en un rango más arriba o abajo de lo que pueden escuchar — dijo el hombre luego de meditar un rato.

Maia pensaba y pensaba como ayudar a su amigo, hasta que vio un hombre que uso un silbato para llamar a su perro, eso le dio una idea.

Con los meses que pasaron, el tritón ya debería irse sino perdería a su grupo y debería quedarse todo el invierno en ese lugar, y no podría sobrevivir.

— Ten Jorden, espero te sirva.

— ¿Qué es eso?

— Es un silbato, úsalo siempre — le puso una cuerda, y se lo colocó en el cuello — funciona así — lo hizo sonar — debajo del agua sus vibraciones podrán ser escuchado desde lejos, no es lo mismo que hablar, pero si te pierden los de tu grupo podrán encontrarte.

— Gracias, te buscaré en primavera — le dio un beso a la mejilla, se fue a mar abierto, movió su mano despidiéndose.

Desde entonces Maia se sintió triste, como si algo le faltará, fue tanta su distracción que sus padres se dieron cuenta que algo le pasaba, pero no dijeron nada.

El primer día de primavera, la mujer salió temprano, y en el lugar de antes apareció su amigo.

— ¿Cómo estás?

— Bien, te eche de menos, mira.

Apareció una pareja de niños, igual con cola de pez.

— ¿Son tus hijos? — dijo ella mirándolos con ternura.

— No, me los mandaron de otro grupo, son igual que yo ¿Podrías conseguirme más silbatos, y enseñarle tu lenguaje? Yo no he podido hacerlo bien, me falta paciencia.

Los niños le sonreían tímidos a la humana, siempre le habían dicho que ellos eran malos, pero ésta parecía ser buena.

Ahora la muchacha se levantaba más temprano y les enseñó, así fue su rutina, con el tiempo empezaría a tener nuevos alumnos sirenios, para quienes consiguió más silbatos.




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