— Acá estabas cariño — el padre alcanzó a ver una sombra que se metía al río — ¿Qué fue eso?
— Un delfín — respondió Maia.
— ¿Un delfín? ¿En el río?
Ella se encogió de hombros, no dándole mayor importancia.
Al principio de otoño de nuevo debieron separarse el tritón y la humana.
— Debo irme de nuevo.
— Te echaré de menos.
— Yo igual.
Cuando él se iba la muchacha vio que una sirena apareció y se puso frente al tritón, ambos se abrazaron, y se fueron juntos. Maia quedó angustiada, con un nudo en la garganta, nunca le preguntó si él tenía prometida o esposa ¿Y si la que vio era su pareja?
Todo el tiempo hasta la primavera estuvo taciturna, por cualquier cosa lloraba, durante los atardeceres sentía un peso inmenso en su pecho, hasta que un amanecer, en primavera, se sentó en la orilla de playa, vio una fila de seres que saltaban de un lado a otro, corrió al agua, allí la esperaba con los brazos abiertos el tritón.
— ¿Cómo te fue...? — quedó con la pregunta sin nacer, al lado de él apareció la sirena que había visto a su lado cuando se fue al sur.
— Bien, quiero presentarte a alguien.
La jovencita de cabellos verdosos, le sonrió a ambos.
— ¿Quién es? — la mujer estaba tan nerviosa que no podía mover bien las manos.
— Es mi hermana, Leigeia, pensé que había muerto, cuando nos íbamos me encontró, no pude presentártela porque ya los otros habían empezado el éxodo, y no quise que nos quedáramos atrás, tal vez la viste cuando nos despedíamos en otoño.
— Si, la vi — respondió aliviada — que grata sorpresa para ti.
— Ahora tengo alguien de mi sangre a mi lado.
La mujer-pez movió las manos para saludar a la humana.
— Gracias por lo que has hecho por mi hermano.
— De nada.
— Ahora todos lo entendemos, se ha integrado por fin a la comunidad, eres muy buena Maia.
La humana se limpió discretamente un par de lágrimas de felicidad, había pensado que él le presentaría a su esposa.
— No necesitas hacer nada, con la amistad de ustedes es más que suficiente para mí.
Dos años después, justo cuando estaba su amigo por el sector, la madre de la mujer murió, la enterraron en un pequeño cementerio que había cerca del río, al anochecer Maia se quedó sola ahí, Jorden desde el río se arrastró para poder estar a su lado.
— Cuidado, pueden verte — dijo la mujer, asustada al verlo allí.
— No me importa, sé que necesitas apoyo, por eso estoy aquí.
Ella se abrazó a él, luego se vieron a los ojos, guardaron silencio mucho rato, cuando iban a acercar sus labios, él escucho que alguien se acercaba, por eso se metió rápidamente en el agua.
— Maestra, su padre la está buscando — le dijo uno de sus estudiantes.
— Ya voy — estaba sonrojada.
A la siguiente vez que se vieron, ningún de los dos hizo mención de lo que casi ocurrió.
Cuando llegaba la primavera él iba a verla y se quedaba con ella, su grupo pasaba a buscarlo cuando iban al sur, así podían estar muchos meses juntos, un tiempo después, un habitante del pueblo que se había enamorado de la mujer sorda, iba ver en las tardes, en una de esas visitas, cuando empezó a anochecer, y él quiso besarla, pero ella se quitó.
— Lo siento, no te amo — dijo ella con su voz sin emociones.
— Yo... yo... — el poblador se sintió muy frustrado, la tomó de los hombros y la tiró al piso.
— Suelt... — él le tapó la boca para evitar que gritará.
Por suerte en ese momento el abusador sintió un golpe muy fuerte en la cabeza, cuando perdió la conciencia, lo último que alcanzó a ver fue una cola de pez muy grande.
— Ayuda — gritó la muchacha apenas se sintió libre.
Su padre apenas la escucho corrió al lugar.
— Por favor vete, no deben verte — pidió Maia a Jorden sujetándose la ropa rasgada.
Al tritón le costó arrastrarse, cuando estaba por entrar al río el hombre mayor llegó al lugar, lo vio por un segundo, luego su atención fue al tipo en el suelo y a su hija con su vestido roto.
— ¿Qué pasó?
— Él quiso... él quiso... — apuntó al tipo botado.
El hombre miró por un segundo al río, luego levantó a su hija, la dejo en casa y pidió a uno de los estudiantes que pasó por allí en ese momento, que fuera a buscar a la policía, quedó al lado del poblador hasta que llegó la fuerza de la ley, que lo despertó y se lo llevó detenido.
— Ella quería, se lo juro, yo no iba a hacerle nada malo — se defendió el atacante.
En el juicio el padre testificó que escuchó el grito de su hija, fue al lugar, y vio al tipo tratando de abusar de ella, estaba preparando la cena, por eso llevaba un pescado muy grande en las manos, furioso lo golpeó en la cabeza con eso.
— ¿Eso fue lo pasó Srta. Maia?
— Sí, eso pasó, papá me ayudó.
Muchos reían pensando que había defendido la honra de la mujer con un pez, ahora muchos se explicaban las marcas de escamas que tenía el detenido en la cara cuando lo encerraron. Con los testimonios de Maia y su padre el hombre fue condenado a 10 años de prisión, su familia prefirió irse de ese lugar y olvidarse de lo que ocurrió.
Un tiempo después cuando ya todo había pasado, ella estaba conversado con el tritón, sin que ninguno de ellos se diera cuenta apareció el padre de la mujer, de detrás de un árbol.
— Deben tener más cuidado — la pareja quedó estática — gracias por ayudarla esa vez, soy Maximilian, el padre de Maia.
— Mucho gusto, soy Jorden.
Desde entonces muchas veces el anciano se sentaba con ellos a conversar.
— Nos vemos otro día, está muy frío para mí.
— Que descanse bien padre — cuando el anciano entró a la casa, recién la mujer expresó algo que le angustiaba — tengo miedo por él.
— ¿Por qué?
— Está muy mayor, si le pasa algo... quedaré sola — miró triste al vacío.