En el momento que entraron por la puerta de la cocina se separaron, entraron solos a la sala.
_Alexis, lo siento, no era mi intención dañarte, discúlpame._ Dijo Pablo en señal de arrepentimiento.
_Aún duele, pero somos un equipo y no quiero molestarme contigo._ exclamó con una sonrisa en los labios. Se estrecharon las manos. _Disculpas aceptadas._
Con una sonrisa de oreja a oreja Pablo abrazó a su amigo, al parecer se había resuelto el problema.
_¿Qué le hiciste? Él sólo no lo hubiera hecho._ susurró Nicole sacando de sus pensamientos a Dina.
_¿Yo? Nada, supongo que la situación lo ha mejorado._ murmuró.
_Eso pensé, pero gracias._ sin motivo agradeció la pelirroja.
_¿De qué?, Él sólo, ah ya no importa._ ya no pudo terminar su explicación al ver que Nicole se había alejado de ella y acudió con Alexis.
_¿Qué hora es Dina?_ preguntó Miguel.
_Son 11:30, ¡No! 11:31._ exclamó.
_Gracias señorita._ dijo Miguel con una reverencia digna de un caballero.
Dina copió la reverencia con una deslumbrante sonrisa.
_¿Qué hacemos ahora?_ preguntó Miriam.
_Sugiero que nos quedemos aquí por lo menos un día._ opinó Victoria.
_Estoy de acuerdo._ opinó Nicole.
_¿Quién más está de acuerdo?_ preguntó Gema. Todos estuvieron de acuerdo.
Mientras estuvieran en la casa, se tenía que ver presentable, decidieron arreglar el lugar, por un lado los jóvenes se encargaban del trabajo pesado y la mujeres hacían el trabajo ligero. Arreglaron 3 colchones cubriéndolos con lonas, buscaron unas cuantas mantas y las lavaron aprovechando el viento del día y el agua almacenada en cubetas, ataron unas sogas en los árboles para utilizarlos cómo tendederos.
Mientras la escasa luz del día desaparecía, una estela de colores púrpura y naranja trazaban el cielo. Cada uno estaba sumergido en sus propios pensamientos atraídos por la hermosa vista al horizonte, el pasto verde los acogía, las hojas revoloteaban junto a la brisa, las luciérnagas aparecieron para confirmar la bella noche.
_ Hace un buen clima._ dijo Miriam, su voz sonó apenas como un susurro.
_No olvides mencionar la escencia del cielo._ comentó Nicole sin despegar los ojos del cielo.
_Lo contrario de ayer._ murmuró Miguel.
_Y pensar que estuvimos apunto de morir._ dijo Victoria, suspiró, cerró los ojos y se recostó sobre el pasto. Una luz naranja les iluminó el rostro, el olor a madera quemada llegó a sus olfatos, las brasas chispeantes subían en el recorrido de la luz de la luna.
_Linda fogata, Miguel._ exclamó Victoria con gran entusiasmo.
_El tiempo lo amerita._ dijo el chico con una larga sonrisa en los labios.
Cuándo parecía que habían dado paso al silencio Kay habló con su dulce e infantil voz.
_Gracias por cuidar de mi, chicos._ En lugar de sonar feliz parecía palabras melancólicas.
Con el ceño fruncido Gema negaba con la cabeza. _No digas eso, suena más a despedida que agradecimiento._
_No es eso, es que luchan por ustedes y por mí, aveces me siento solo un costal de papas._ para ser una niña de su edad comprendía la situación.
_Somos un equipo, además de nuestra familia tu nos motivas a seguir._ Comentó Miguel tomando las manos de la niña entre las suyas.
Era un momento de nostalgia y se abrazaron como hermano y hermana.
Al otro lado de la fogata se encontraba Dina sumida en sus pensamientos, el fuego se reflejaba en sus ojos, en la mano izquierda sostenía un pequeño cuaderno y en la derecha tenía un lapicero de tinta negra, no apartaba la vista de la hoguera algo se le vino a la cabeza, cruzo las piernas y sobre su regazo colocó su cuaderno, sobre la hoja se deslizaba el lapicero de izquierda a derecha por encima de las líneas azules impresas en el, se formaban letras estás en palabras hasta obtener oraciones, escribía con las voces de sus compañeros de fondo como si fuese música relajante, las risas llegaban pero le restó importancia, admiraba cada palabra y en cada una frase mostraba un sentimiento diferente cada vez. Al parecer nadie se había percatado de la ausencia de la voz de su compañera quien permanecía enfocada en sus notas.
"Querido diario"
Acudo nuevamente a ti para escribir como cuándo era más pequeña, la felicidad tiene sus límites, cuándo creí que todo marchaba a la perfección, todo se desbordó, los días de universidad desaparecieron de mi rutina, confieso que aún espero con ansias que el sonido de la alarma me despierte como aquellos días, ahora diferentes noticias me hacen despertar algunas buenas pero en su mayoría malas, extraño la voz de mi familia y sus rostros han desaparecido sin explicación, comienzo a acostumbrarme a las nuevas voces y caras con las que amanezco rodeada, el café de las mañanas se volvió agua, la comida hecha en casa se esfumó cuándo los alimentos provisionales llegaron en la mesa de una casa que no es mía o al aire libre en un campo que no es nuestro jardín, los ensayos con mi banda ahora son entrenamientos de resistencia, la ropa limpia huyó de mis manos, me he conformado con lo poco que he conseguido, extraño todo y a todos por ello no me he vencido, aún sigo de pie luchando por volver a ver lo que un día nunca me faltó."
El cansancio la venció, los párpados cedieron la entrada al sueño y su cuaderno cayó de su regazo junto a su lapicero. Los demás ya habían entrado a la casa dispuestos a descansar después de un día de arduo trabajo, Alexis permanecía afuera pues debía apagar la fogata, se dió cuenta de la presencia de su compañera, no la quiso despertar, tal vez está agotada así que decidió cargarla en brazos, entró en la sala y dejó a la chica sobre la cama suavemente para evitar despertar a las demás incluso a ella, volvió a entrar, está vez regreso con el diario y lapicero de la joven lo dejo a sus pies, cómo Alexis era el último en irse a la cama aseguró las puertas y ventanas, después apagó las velas que iluminaban la habitación y se recostó sobre la cama destinada a los hombres, poco a poco se fue adormeciendo hasta que se dejó atrapar por el sueño.