Recuerdo haber despertado de un sueño y sentir que vivía, como tú sabes amado ausente de mi vida que vives, pues lees estas líneas, piensas, respiras y tienes afectos invaluables con rostros definidos. Con desespero me pregunté: ¿Soy realmente María Andrea? o ahora, ¿seguiré siendo ella?, o ¿quién soy yo ahora?…
María Andrea solo he improvisado ser ella intentando hacer lo mejor y es la única vida de la que tengo consciencia en este instante… ¿María Andrea?, un nombre, una vida en una sociedad bien estructurada y modeladora. María Andrea la señora, quizá la que está condenada a vivir esta historia sustentada por vastos párrafos constituidos por letras que alguien profundamente cercano en afectos creó en su mente plasmandolo luego en algún rincón de… : ¿algún lugar y tiempo quizá?
Una silueta, una vida, un sueño moldeado por letras que vagan en la mente de alguien. Ser cercano que habita otro plano y que no se comunica de modo directo y cercano. Solo hay que confiar en Él/Ella transitando los caminos espinosos de la fe.
Me percato que todo a mi alrededor es luz y mi corazón está llenó de plenitud y en mi afán de humanizar recreó aquel rostro, la voz pausada y la caricia sublime de quien llamo familiarmente: Dios. Él/Ella con voz firme y tierna a la vez me dijo compasivamente:
—Dulzura, tú historia como María Andrea ha culminado. Brevemente me mostró desde las alturas aquella realidad de aquel terrible accidente de tránsito que había acabado con el cuerpo y la vida en la tierra de aquella que una vez fue: María Andrea.
Mi alma antes llena de paz pronto transmutó en una llama tenue que moría de pena al comprender el final de aquella vida que una vez fue la mía…
Le pregunté qué sería de la vida de los grandes amores de mi vida sin mí, a lo qué Dios respondió con palabras cristalinas y sinceras:
—María Andrea todos en este momento están a tú alrededor, te invito a sentirlos desde tú corazón. Así pude escucharlos y verlos entre risas y abrazos afectuosos.
Sin saberlo ya habían transcurrido muchos años en tiempo humano y en este "lugar" el concepto de tiempo tal como lo conocemos no existe es un mero ejercicio de ficción, seguramente tú amado ausente vivirás lo mismo que yo vivo el día de tu cita inexcusable con lo que en el plano humano llaman: muerte.
Supe que fui muchos rostros y viví incontables vidas desde "el origen" de la existencia sin seguir ningún orden cronológico humanamente razonable, guiada únicamente por el tiempo del alma que buscaba en cada sueño crecer en amor...
Recuerdo haber recreado en mi ser un nuevo sueño que me llenaba de pura ilusión, uno que desde hace mucho deseaba cumplir y que me había acompañado en otras vidas que debí vivir: ser escritora o escritor dejando de lado todo aquel ruido mundano de aquella vida que una vez deje donde me llamaba María Andrea y donde el éxito se medía en función de los bienes materiales adquiridos, dejando de lado en muchos casos el enriquecimiento espiritual producido gracias al milagro del amor.