La mañana empieza como todas las mañanas, con un: “buenos días” y un beso de parte de mamá. Nuestro cumpleaños empezó hace unas horas, a eso de las doce; pero Blanca y yo estábamos demasiado ocupadas estudiando grimorios antiguos para el examen de presentación a la IPOL, instituto polar de magia. Cuando un brujo cumple diez años ha de presentarse a diferentes exámenes para ver a que rama de la magia pertenece y si destaca o no lo suficiente como para ir al instituto polar.
llevamos toda nuestra vida preparándonos para el mentado examen y pensar en que el mismo día de nuestro cumpleaños tendremos que viajar a la Antártida para poder presentarnos a la preselección me hace doler el estómago.
Mamá nos ayuda a preparar la maleta a ambas; la mía azul y repleta de flores y la de blanca Verde y repleta de animales mitológicos.
Comemos en silencio, dando una ojeada a nuestros móviles de vez en cuando para asegurarnos de que los apuntes que llevamos en las pantallas son útiles y no producto del nerviosismo.
—Bien —inicia mamá, —Sara, Blanca, quiero que cuidéis mucho la una de la otra, portaos bien y recordad que si al final del año una de las dos vuelve a casa, especialmente tú, Sara, la recibiré con los brazos abiertos.
—No recibirás a nadie, mamá, seguro que pasaremos las dos —comenta mi hermana, muy segura de sí misma. Miro sus ojos avellanados, exactamente iguales a los míos y suspiro en mi interior: “Soy la que menos oportunidades tiene”.
Salimos de casa y subimos al coche, donde nos espera papá con una gran sonrisa y lágrimas en sus ojos.
—Sara, cariño: ¿Sabes que si algo sale mal puedes llamar a casa, verdad?
—Sí, papá, lo tengo claro —gruño, empezando a irritarme.
—no te lo tomes así, cariño, todo lo que te decimos es por tu bien, mamá y yo solo queremos que seas feliz.
—Me estáis… va, olvídalo papá, ya veremos quién se queda y quien regresa.
Papá se queda en silencio, creo que debido a lo agresivo de mi respuesta y arranca el auto, mamá saca dos cajitas de terciopelo negro de la guantera y nos las pone en las manos:
—Cuidaos, ambas, os amamos.
Abro mi caja al instante y sonrío al ver un collar de protección con ojo de tigre, cuarzo blanco y cuarzo azul. Me giro para observar a mi hermana y veo que su collar es igual al mío; tiendo una mano y ella une su collar con el mío.
Blanca es todo lo que yo no soy: callada, discreta, estudiosa y sobre todo: hábil. Su velocidad para aprender y desarrollar su poder es algo envidiable, y estoy casi segura de que será la representante de Estados unidos en la IPOL.
Pasamos el viaje hasta Reno en silencio, tan solo interrumpidos por la música de la radio y por mis leves ojeadas al paisaje; Gerlach no es un lugar muy poblado, así que al bajar del auto y toparme de frente con la multitud de personas que habitan en el aeropuerto empiezo a sentir un cosquilleo en la nuca que me indica que tendré una de mis crisis de antisocialidad.
Una señora de piel blanca y cabello como ébano nos espera en la puerta del recinto; sé que es a nosotras por un cartel camuflado con magia que pone en letras neones: Sara y blanca Collins aquí.
—Estas son Sara y blanca Collins —comenta mi madre acercándose.
—Un gusto —dice ella, —yo soy Wendy, me encargaré de llevarlas hasta el avión y de acompañarlas hasta su destino.
—Muchas gracias, señorita Wendy, espero que tenga un buen viaje.
Mamá se arrodilla ante blanca y papá ante mí, me observa desde sus grandes ojos verdes y me da un beso en la mejilla.
—Cuídate, Sara, que los dioses y los dragones guíen tu camino.
Agacho la cabeza en señal de respeto, pero esa es toda la señal de doblar la cabeza que daré; no confían en mí, no creen que sea capaz de superar la prueba, está bien, es un año, un largo año de ponernos constantemente al límite, y está bien, puede que mis habilidades mágicas sean nulas y mi conocimiento grande para mi edad, pero soy su hija, unicornios, deberían darme apoyo.
Papá se retira y nos quedamos a solas con Wendi, mamá me lanza un beso desde la lejanía y Wendi nos mira con admiración y condescendencia, respectivamente.
Sé que a los trabajadores de la IPOL habrán llegado las voces de la chica que no tiene más que su cabeza para defenderse, pero el conocimiento es poder y estoy dispuesta a demostrarlo.
Caminamos hasta los baños, ya allí nos metemos todas tres al cubículo del final, Wendi da tres golpes en el inodoro, el cual está limpio, o todo lo limpio que el baño de un aeropuerto puede estar.
Una sección se abre ante nosotras, es un aeropuerto mágico, aquí los aviones vuelan para buscar portales en el cielo y desaparecer hacia sus destinos.
Editado: 15.11.2023