Érase una vez, hace mucho tiempo, un chico bastante entusiasta. Él, junto con su padre, vivía en una gran casa rodeada de una extensa pradera, en un lugar alejado de otras aldeas, en realidad, la más cercana estaba a bastantes horas en vehículo.
El chico tenía un sueño: ser como su padre, y un día, salir a tener una aventura visitando muchos lugares. Su papá era conocido por mucha gente por su gran habilidad en la espada, era el mejor. No podía hacer nada más que mirarlo y desear poder alcanzarlo.
Por eso es que ellos siempre pasaban el tiempo haciendo muchas cosas juntos; iba con él a la aldea, compraban, hacían las tareas de la casa. Puede no ser algo muy impresionante, pero igual lo disfrutaba bastante, siendo las cosas así, al menos no en todo momento porque, por supuesto, también hacían lo que el chico más amaba: entrenar. De esa forma siempre aprendería.
Editado: 07.09.2018