El Sueño de un Chico

Capítulo 3: Petición

A veces, después de almorzar una de las, aunque simples, comidas que su padre preparaba, ellos entrenaban durante horas hasta anochecer. Unas de esas veces practicaron especialmente tarde.

Estaban en el patio trasero de la casa; una alta cerca de rejas metálicas que delineaba los terrenos de la casa, una mesa de madera sobre un suelo de pasto, un poso de agua y un par de espadas de madera, una al lado de cada uno; eso era lo que los rodeaba mientras yacían en el césped, muy cansados y sudorosos. Era una noche fría y tranquila, el cielo lucía hermoso y vasto, con miles de estrellas frente a sus ojos.

Esa vez había ocurrido algo asombroso. Su padre, como parte del entrenamiento, retó al chico a detener sus estocadas mientras intentaba defenderse de sus ataques, la mayoría del tiempo terminaba fallando, eso lo decepcionaba…

No, esa vez no. Esa misma tarde lo hizo, pudo detener los ataques de su padre, y durante varios minutos (si consideramos que era bastante rápido). Por eso estaba tan exhausto, pero igual se encontraba feliz.

Eso le traía a su mente que por fin daba un paso para ser más fuerte. Sí, eso era, ya avanzaba.

Entonces le contó lo que más deseaba: que algún día pudieran ir a visitar muchos lugares, siendo los mejores espadachines de todos.

Mirando al cielo nocturno, con unos ojos que brillaban llenos de esperanza, escuchaba.

—Es una promesa. Algún día, tú y yo, seremos los mejores.

El chico voltea a verlo desconcertado y le dice ya lo considera el mejor, lo ha sido todo el tiempo para él.

—Vamos, que siempre se puede mejorar, incluso para mí.

Cerró los ojos un momento.

—Sólo tienes que dar lo mejor cada día.

Le aconsejaba con una gran sonrisa en su rostro.

—Sabes, yo deseaba volverme muy bueno con la espada a tu edad. Lo intentaba muy duro, entrenando y entrenando…. Era travieso a veces, pero mi padre… Tu abuelo, siempre me lo dejaba pasar.

Esa vez fue grandiosa, el saber que era como él aun siendo joven. Así terminaron la noche, viendo el cielo nocturno.

El chico recuerda felizmente como terminaron ambos enfermos al siguiente día, seguro había sido por el clima.



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En el texto hay: niños, espadas, europa

Editado: 07.09.2018

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