El susurro de estos cuentos.

Hasta el día de tu muerte.

Tenía muchas ganas de dormir, apenas y podía seguir viendo las letras borrosas en el computador. Detestaba con el alma que nadie se tomara la tarea de enviarme a casa tras ver mi estado, pero al parecer a los demás les daba igual ayudar a la chica que trabajaba casi por doce horas sin parar en la pequeña oficina del fondo.

Aquella oficina mejor conocida como "el basurero" porque todos aquellos que no valían la pena para el señor Ramón dueño de la empresa, terminaba allá.

El reloj que muy bien estaba colgado en la pared dio el aviso de ser las doce de la noche, como siempre quedé en último y termine de recoger cuando el conserje apareció, empezando a limpiar sin importar que siguiera sentada en el asiento frente al escritorio. Le importó poco pasar la escoba por sobre mis pies y el pedazo de tela con líquido desinfectante sobre la madera gastada.

— ¿Le importa? —pregunté en cuanto arrojó mis cosas al suelo.

Miró por encima de mí, en dirección a la puerta de salida.

Un auto color negro se estacionó en frente tocando bocina y el hombre vestido de verde con barba y gordo, corrió para arrojar sus materiales de limpieza dentro del cuarto y luego con esa misma rapidez salió cerrando la puerta.

— ¡Espere! —grité frenética en lo que le vi irse en aquel auto que dejaba un rastro de humo por las calles abandonadas.

Tragué grueso en lo que todas las luces de la empresa se apagaron y caí en la cuenta de que había quedado sola y encerrada. Recogí mis cosas del suelo y las coloqué sobre el escritorio de nuevo, inhale profundo y maldije por lo bajo el haber dejado mi teléfono en el auto.

¿Es que acaso era tan invisible ante los ojos de los demás? Tanto así que ni el conserje se fijaba en mí.

— ¡El teléfono de Laura! —recordé que mi compañera ganó la mejor oficina con aire acondicionado y teléfono.

Camine decidida hasta la puerta y la vi entre abierta, una sonrisa se apoderó de mi rostro. Abrí y de inmediato me acerqué al aparato para llamar a casa y pedir ayuda, pero una extraña sensación se apoderó de momento de mí cuerpo.

Sentía que algo iba mal y que dentro lo sabía.

Quizás eran tantas noches de trabajo que me estaban afectando o tal vez el no comer durante el día y llegar a casa solo para ingerir agua, un pedazo de pan y luego ir a dormir.

No es que ganara mal, pero no poseía el tiempo necesario para ir de compras. Siempre llevaba como prioridad el trabajo, aquel que sustentaba todo lo que tenía en casa y la ropa que tenía encima.

Marqué con desgano el número de mi hermano, esperando y esperando.

Primer tono, nada.

Segundo tono, nada aún.

Tercer tono, al fin respondió.

— ¿Hola? ¿Quién habla? —respiré profundo y respondí.

—Hola, Mark soy Alison ¿podrías pasarme buscando por la empresa? El conserje me hizo una mala jugada y se largó en auto sin terminar siquiera de limpiar.

No obtuve una respuesta inmediata, sino, una respiración pesada al otro lado de la línea que me crispaba los vellos del cuerpo.

Cuando Mark se dignó a responder quedé fuera de mí por completo. Ahogando un grito de horror, presa del pánico y con ganas de gritar.

—Mira chica... Ya es la quinta vez en esta semana que me llamas para hacerme una mala jugada. ¡Estoy cansado de que llames y te hagas pasar por mi hermana muerta! ¿Te parece gracioso ir por allí destruyendo los sentimientos de las personas? ¡Pues a mí no! — ¿Tomó un respiro y su voz se quebró –Como vuelvas a llamar, me comunico con la policía para que te rastreen por Gps y te metan a la cárcel.

Dicho eso colgó.

Dejándome con aquel dolor intenso dentro de mí pecho, ¿Hermana muerta? ¿De qué hablaba?

Corrí por todas las oficinas buscando algo o a alguien que llamara y le dijera que sus bromas no eran de agrado, que me pasara buscando para propinarle una buena bofetada y hacerlo entender que cuando llame debe responder.

Ninguna puerta se encontraba cerrada, pero existía algo que no me dejaba entrar a ellas. A las únicas que podía entrar era a la de Laura, la mía y por último el recibidor.

Busqué entre las cosas de Luis el secretario de la recepción, un teléfono, computador o algo que me comunicara con el exterior porque eso de amanecer en la empresa no apetecía en nada y también deseaba volver a casa para patear el trasero de mi hermano.



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En el texto hay: misterio, muerte, desconocido

Editado: 30.01.2019

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