24 de Noviembre de 2017.
11:30 pm
—No sé Lupe, quizás mañana. Sabes que tengo muchas cosas por hacer.
Dije. Mientras arreglaba la cama para dormir, la verdad no tenía nada por hacer esa noche pero no quería salir a ningún lado con mi mejor amiga.
—Tú siempre sacas algo distinto conmigo —resopló enojada —pero está bien, será luego.
Colgó y volví a lo mío, descansar de la horrible rutina que voy llevando desde los veinte. Trabajar y mantener todos los gastos con un sueldo de mala muerte que a duras penas alcanza para el alquiler, comida y uno que otro gusto que suelo darme solo para no morir de la decepción por la vida que me toco.
El timbre del apartamento suena y bufo, más por lo inoportuno de la persona que esté del otro lado que por el molesto ruido que se emite por todo el lugar.
Camino en dirección a la salida, pero al parecer quien sea que este afuera no es muy paciente porque toca unas ocho veces más con insistencia hasta que logro gritar irritada.
— ¡Voy!
Abro la puerta y me llevo la sorpresa de que no hay nadie del otro lado, azoto la madera al cerrar por pensar que alguien ha querido jugar una mala broma.
Doy media vuelta y vuelven a tocar. Suspiro hondo y abro con rapidez para pillar a tan descarado ser y darle su buen sermón, pero caigo en la cuenta que corre muy rápido porque no alcanzo ni a ver su figura irse luego del sonido molesto.
—Así que se cree muy chistoso. —Murmuro, dejando la puerta entre abierta de tal forma que la abra con agilidad para darle un susto al bromista cuando se atreva a tocar nuevamente.
Y como predije volvió pero esta vez estuve lista y abrí, llevándome la aterradora sorpresa de que no había nadie al otro lado colocando su dedo sobre el pedazo de plástico.
—Está bien, esto es raro.
Con el sudor frío bajando por la espalda cerré sin siquiera pensar. Coloque el pestillo y todo seguro, luego camine lo más apresurado que pude hasta el dormitorio y como una niña asustadiza me arroje sobre la cama cubriéndome hasta la cabeza con las mantas.
Respire hondo tantas veces como era posible hasta caer profundamente dormida y en mitad de uno de esos sueños desperté. El pánico se apodero de mí en cuanto me vi desde el techo, estaba dormida y alguien se encontraba acurrucado a un lado, abrazando con fuerza mis caderas y murmurando una única frase que se clavó por completo en mi mente.
—La soledad trae cosas... y esas cosas somos nosotras...
Repetía una y otra vez hasta que de momento su cabeza giró a verme riendo con sus dientes afilados y ojos negros burlescos. Grité lo más que pude pero nada salía, no emitía ningún ruido, quería moverme y tampoco podía entonces en una de esas la cosa con forma difuminada se empezó a meter a mi cuerpo inmóvil y sentía como me ahogaba, como la respiración me fallaba y por último.
Desperté.
Fin.
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Editado: 30.01.2019