El susurro de la Lluvia

CAPÍTULO II

Samara:

¿Ahora mismo? Me hallaba escondida en un baño del edificio donde Eliana llevaba a cabo su fiesta —es decir, su local—.
¿El motivo? A mi padre se le ocurrió la brillante idea de hacerme una videollamada para saber cómo estaba, así que decidí buscar un lugar más tranquilo.

—Eliana ha hecho la fiesta en su local para presentar la nueva colección que saldrá pronto —le explico, tratando de calmarlo, porque cree que los chicos hicieron mal en sacarme el mismo día que llegué, sin tener mis maletas listas.

—¿Y si te dan ganas de irte? No conoces a nadie ni cómo llegar a tu hogar, Samara —replica un poco molesto. En parte tiene razón, pero sé que los chicos no dejarán que me pase nada.

—No te preocupes, pa, todo estará bien, ¿sí? Me tengo que ir, adioooos, te amo —intenta responder, pero le cuelgo antes.

Me quedo unos segundos hasta que oigo unos ruidos extraños en el baño de al lado, así que decido salir y buscar a mis amigas. Las veo en la barra, riéndose entre copas.
Intento acercarme, pero la gente empuja por todos lados. No entiendo cómo cabe tanta persona aquí; no es un lugar pequeño, pero tampoco tan grande.

Estoy a punto de llegar cuando choco contra un pecho. No sabía que golpear un pecho podía doler tanto.

—Perdón, hay mucha gente, no lo hice con intención —digo en voz alta para que me escuche.
Cuando levanto la vista, apenas le llego al pecho. Lo miro a los ojos y me encuentro con unos ojos color café, muy bonitos, a decir verdad.

—No te preocupes, ¿no te lastimé, verdad? —pregunta el chico, intentando tocarme, pero me aparto suavemente.
—No, estoy bien —respondo, y me dirijo hacia mis amigas, a quienes encuentro más que contentas intentando coquetearle al bartender.

—Sabes, esta chica ha tenido más de cien trabajos en lo que va del año y solo dura un día en ellos. No deberías fijarte en ella —dice Eliana, intentando ganar terreno con el chico, que no sabe cómo reaccionar. Intervengo antes de que Ceyla empiece a reclamar.

—Eli, ahora tienes que dar un discurso. No puedo creer que estés borracha —les recuerdo, molesta. Me prometieron que no tomarían tanto ni llamarían la atención, especialmente con tantos modelos, cámaras y gente chismosa alrededor.

—¡Por eso estaba tratando de que tomara agua, Mara! —se defiende mi amiga colocha.

—¿Tratabas? ¡Casi me ahogo! —le lanza Eliana, molesta—. ¡No puedo creer que ese sea tu intento!

—No cooperas. ¿Acaso esperabas que me la echara en la boca y te la pasara así? —responde la morena con sarcasmo.

—¡Ya, las dos, por Dios! —resoplo—. Eli, te vas a tomar ese vaso de agua y darás el discurso más emotivo de tu carrera, por la que has trabajado cinco años. —Le ofrezco el vaso y lo acepta de mala gana—. Y tú —le digo a Cey—, ve a buscar a tu hermano y asegúrate de que esté sobrio, porque tiene que subir con Eliana y la otra modelo. ¿Quedó claro?

—Sí, mami —responden las dos al unísono. Ceyla desaparece entre la multitud, y cuando me siento, vuelvo a encontrarme con los mismos ojos cafés de antes.

Me observa con tanta atención que me pongo nerviosa. ¿Hace cuánto tiempo me mira? ¿Y por qué con esa expresión curiosa?

Tenemos un pequeño duelo de miradas hasta que alguien lo llama —un chico rubio, de traje— y él se vuelve hacia él.

—¡Ahora sí, estoy lista! —Me sobresaltó cuando Eliana habla; pensé que estaba inconsciente, porque no daba señales de vida.
—Dame una nalgada de la buena suerte, ya que Ceyla no está. —Me lo pide con total naturalidad; es su extraña tradición desde los catorce años, y aún no sé de dónde la sacaron.

Cumplo la petición, y ella se aleja hacia el escenario. Toma el micrófono, llama a una chica rubia —a quien presenta como Vittoria y Carlos. Ambos suben junto a ella.

—Bueno... —ríe nerviosa—. No soy muy buena con los discursos, por eso quise tomarme una margarita para darme valor, pero terminé tomando de más. Espero no verme muy borracha.
—risas entre el público—
—Estoy muy agradecida con todos los presentes por darme la oportunidad de mostrarles la ropa que diseñé para esta colección. Cuando era niña, mi peso no era moderado y me costaba encontrar ropa que me quedara bien y me gustara. Aunque hoy sé que no tengo sobrepeso y gozo de buena salud, muchas veces me sentí insegura al compararme con otras chicas, con las de portada.
Eso me marcó. Me dolía tanto que llegué a odiar mi cuerpo. Pero mis amigos me inspiraron a crear ropa, no solo para mí, sino para todas las personas que han sentido lo mismo. Quiero que mis diseños les den confianza, que vean lo hermoso que hay en ustedes.
—su voz se quiebra un poco; Carlos quien estaba a su lado la abraza—
—Este proyecto es para todos los que alguna vez dudaron de su belleza. Gracias a mis amigos, a mi familia y a todos los que me apoyaron.

El público estalla en aplausos. Yo también sonrío, orgullosa.

Busco con la mirada al chico lindo de ojos cafés, pero no lo veo entre la multitud. Me rindo. El resto de la noche la paso enfocada en mis amigos.

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A la mañana siguiente me desperté con un ligero dolor de cabeza. Crece cuando veo que todo sigue en cajas.
Después de desayunar, pasó la mañana acomodando la sala y mi cuarto.

A la hora del almuerzo, unos golpes en la puerta me interrumpen. Es Eliana, emocionada, mostrándome cómo su cuenta ha subido en seguidores y los mensajes que le llegan sobre su colección.
Celebramos un poco, y luego decide quedarse a ayudarme con el orden de mi nuevo hogar.

Para el día siguiente, ya todo está en su lugar.
La alarma me obliga a levantarme para ir a mi nuevo trabajo.

Tras un desayuno rápido, llego al edificio: tonos azules, moderno y luminoso. Dos chicas en recepción me explican los pasos a seguir. Eliana necesitaba una asistente, y acepté ayudarla; el salario era bueno, después de todo.




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