Alessandro:
No importa cuántas veces revise el mensaje, no encuentro nada que haya podido parecer extraño. Traté de ser lo más respetuoso posible…
Entonces, ¿por qué aparece que lo vio hace días?
No puedo evitar sentir un nudo en el estómago. Aún recuerdo la noche en el bar; la conversación fue tan natural, su sonrisa tan abierta… y ahora la idea de que pueda evitarme me resulta inquietante.
Toctoc, toctoc.
Unos golpes en la puerta me sacan de mis pensamientos. Tras un pase, entra Monica, la secretaria de Luka, con unos documentos cuidadosamente apilados.
—El señor D’Angelo pidió que le entregara personalmente estos papeles —dice— y que pase por su oficina esta tarde para hablar sobre ellos.
Asiento sin levantar la vista, tomando los documentos. Lo que contienen puede cambiarlo todo… o confirmarme que todo fue peor de lo que imaginé.
La fecha del accidente estaba ante mis ojos
El accidente. Dos heridos a muerte.
Cada línea del informe me devuelve a aquel día. Los detalles, las horas, la manera en que todo se desarrolló… y la sospecha que me consume: esto no fue un accidente. Fue planeado.
Al entrar a la oficina de Luka, su voz me saca de la vorágine:
—¿Qué quieres decir con que Vitto ha estado actuando extraño? —pregunta Leandro.
Suspira antes de explicarme que Vitto salió con Eliana y un chico castaño de ojos verdes. Vittoria lo encontró agradable; compartieron intereses y empezaron a hablar como amigos.
Luka interviene, serio:
—Sabes que Vitto ha estado enamorada de ti toda su vida. No entiendo por qué te preocupan los chicos que se le acercan, si no le has pedido ser tu novio.
Sus ojos buscan los míos, desviando la conversación:
—Alessandro, Mónica te entregó los documentos que pediste, ¿verdad?
—Sí, Mónica es tan eficiente como siempre —respondo con voz controlada.
Leandro insiste, curioso:
—¿De qué documentos hablas? ¿Lo de hace dos años? Alessandro… ¿hasta cuándo seguirás buscando respuestas? Tu madre querría que encontrases paz.
—¿Paz? —replico, con un hilo de voz—. Mi madre murió por la orden de alguien, y la única persona que podía darme pistas murió ese mismo día.
La tristeza y el enojo me estrangulan. Mi madre me enseñó a ser fuerte, pero incluso ella no pudo protegerme de esto.
Leandro me mira con compasión:
—Estoy seguro de que fue un accidente. Los padres del joven hablaron con tu padre y él retiró la investigación, por ti y tu hermana.
Sus palabras, aunque razonables, no alivian mi desasosiego. Respiro hondo y tomo una decisión, consciente de que quizá no sea definitiva:
—Está bien. Por ahora, dejaré que todo quede en manos de quienes corresponde. Pero… —mi voz baja, casi como un susurro—, no significa que deje de cuestionarlo.
Luka asiente lentamente, entendiendo el matiz de mis palabras:
—Entonces, tenemos un acuerdo. Por tu paz… al menos mientras decidas aceptarla.
Asiento, aunque en el fondo sé que la verdad sigue ahí, esperando ser descubierta. Este acuerdo no es el cierre; es solo una tregua, un respiro necesario antes de continuar la búsqueda de lo que realmente pasó.