El susurro de la Lluvia

CAPÍTULO VII

"Visitas y risas"

Alessandro:

Mi mañana del sábado comenzó tranquila. Aproveché para recorrer los alrededores de la casa que compartimos con Vittoria. Tenía mensajes en el chat grupal sobre la visita de Samara y sus amigas, y algunas notas sobre compras pendientes para la cocina. Decidí aprovechar el tiempo y pasar primero al supermercado antes de regresar a teletrabajar desde casa.

Estar en un lugar nuevo siempre me llena de energía. Desde niño, mi madre me enseñó a disfrutar los pequeños detalles: los paisajes, los sonidos, la vida en movimiento. Aunque han pasado dos años desde su muerte, mantener esa perspectiva me ayuda a encontrar calma y motivación cada día.

Me encontraba en la cocina cuando sonó el timbre, Vittoria fue a abrir y recibió a Samara, Eliana y Ceyla.

Ceyla, morena y extrovertida, entró dando saltitos y abrazando a Bambú, nuestro Maltipoo castaño:

—¡Miren a este peludito! —exclamó—. ¡Es imposible que no quiera comerlo a besos!

Eliana, en cambio, se mantuvo más tranquila y reservada. Caminó con pasos medidos y se sentó en el sillón, observando todo con atención y una sonrisa tímida.

—Hola, Alessandro —dijo suavemente—. Gracias por recibirnos.

—Es un placer, Eliana. Qué bueno que pudieron venir —respondí, notando la calma que transmitía—.

Vittoria y yo nos sonreímos, mientras Ceyla seguía jugando con Bambú y haciendo preguntas sin parar.

—¡Oye, Alessandro! ¿Siempre cocinas así de elegante? Esto parece un programa de cocina —comentó Ceyla mientras yo empezaba a preparar algunos ingredientes.

—Solo intento que la comida salga bien —contesté—. Hoy es un día de relajarnos y pasarla bien.

Eliana se acercó más tarde, observando cómo organizaba los ingredientes:

—Se ve delicioso… Espero poder probarlo pronto... Y Luka?.

—Claro, Eliana. Solo relájate y disfruta mientras preparo todo —dije con naturalidad y la miraba curioso.—Para tu mala suerte, se encuentra en la oficina, no vendrá pronto.

Mientras Vittoria y Samara ayudaban a poner la mesa, aproveché para intercambiar algunas palabras con Samara, sin presionarla.

—¿Así que también eras cerista? —le pregunté mientras mezclaba la salsa—. Es un talento increíble.

—Sí… pero hace tiempo que dejé de hacerlo —respondió, un poco melancólica—. No sé si volveré a retomarlo.

—Si quieres, podrías enseñarme algún día tus obras, pero primero señorita, debería usted responder los mensajes que le mando —le propuse de manera casual—. Es interesante conocer cómo alguien ve el mundo a través del arte.

Ella sonrió, se disculpó, pormetiendo respondermelo pronto y seguimos conversando sobre hobbies, libros y películas favoritas.

Más tarde, mientras Ceyla insistía en que todos probaran la pasta, Samara se acercó a mí para comentar sobre algunos ingredientes:

—Nunca había visto un plato así preparado en casa —dijo—. Debes cocinar bastante seguido.

—Trabajo desde casa, así que suelo preparar mis comidas. Me relaja hacerlo, además me gusta experimentar con sabores —contesté—. Y a ti, ¿te gusta cocinar?

—No mucho, solo cosas simples —respondió—. Prefiero pintar, dibujar… aunque hace tiempo que dejé de hacerlo.

La conversación fluía de manera natural, ligera, con la distancia justa para mantener la tensión entre nosotros, pero sin que ninguno de los dos sintiera incomodidad.

Carlos llegó poco después y se unió a la mesa mientras Vittoria seguía supervisando todo.

Ceyla no dejaba de hacer preguntas y comentarios sobre la cocina, la casa y Bambú, mientras Eliana aportaba observaciones más tranquilas y precisas, equilibrando la energía de la morena.

—Alessandro, ¿vas a salir? —preguntó Carlos con curiosidad—. No tenías trabajo pendiente.

—Trabajo desde casa, así que hoy puedo dedicar tiempo a cocinar y pasar la tarde con ustedes —contesté

Durante la comida, las conversaciones giraban entre historias de viaje, gustos de cada uno y anécdotas divertidas. Ceyla mantenía el ambiente animado con risas y bromas, mientras Eliana intervenía con comentarios tranquilos que hacían que todos nos sintiéramos cómodos.

—¿A qué países has ido? —preguntó Samara mientras probaba un poco de pasta.

—De America los paises han sido Brasil, México, Honduras, Costa Rica y República Dominicana —respondí—. Cada lugar tiene su encanto y aprendí mucho en cada viaje.

—¡Wow! —exclamó Ceyla—. Debes haber visto cosas increíbles.

—Sí, cada lugar tiene su historia y sus detalles —agregué—. ¿Y ustedes? ¿A dónde les gusta viajar?

Eliana habló poco, pero sus palabras eran precisas, mientras que Ceyla por su parte era dificíl de callar.

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Cuando la tarde avanzaba, propuse juegos de mesa y charlas informales. Todos participaron activamente: Ceyla con su energía, Eliana con sus comentarios precisos, Carlos con humor, y Samara con interés genuino.

Antes de que se fueran, nos aseguramos de que todos estuvieran cómodos y contentos, prometiendo que volverían pronto.

Mientras recogía utensilios en la cocina, Bambú jugaba a mi alrededor y pensé que días como este eran perfectos: cercanía, conversaciones sinceras, risas y un ambiente relajado. Sin prisa, sin presión, solo disfrutando de la compañía de todos y por supuesto de esa castaña que seguidamente aparecía en mis pensamientos.




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