El susurro de la Lluvia

CAPÍTULO VIII

Pirmer café y la tan esperada salida.

Samara:

¿Nerviosa? ¿Yo?
¿Por qué debería estarlo?
Alessandro, el chico que conocí hace unos días, me invitó a almorzar. Ha pasado tanto tiempo sin salir con alguien que no fueran mi familia o amigos.

Me reviso una vez más en el espejo, detallando cada una de mis prendas.
—¿No crees que voy muy informal? —me volteo a ver a Eliana, quien se encuentra revisando una revista donde mi hermano y su banda aparecen de portada.
—¡Eliana! Necesito que me digas algo.
—Te ves preciosa, Mara; te dijo que debías ir casual. Viste que a tu hermano lo están catalogando un soltero codiciado, qué envidia.
—Sí, su grupo ha tomado más fama en el extranjero, pero bueno, creo que debería ir bajando ya; dijo que vendría por mí a las 11:40 y ya son las 11:30.

—Espero no haberte hecho esperar mucho, Samara —Alessandro sale de su auto para abrir la puerta de mi lado, excusándose porque llegó 5 minutos tarde—. Luka necesitaba que revisara unos documentos antes, así que me atrasé.

Una vez sentada en mi asiento, Alessandro regresa a su lugar para iniciar el viaje al restaurante.
—No, no me has hecho esperar mucho. Por cierto, tienes un auto bonito.
—¿Te gusta? —sonríe—. Tienes buen ojo para los autos.

Su auto es un Mercedes‑Benz G, impecable y muy cuidado.
—No realmente, mi papá y hermano son coleccionistas de autos de juguetes; así que se sientan conmigo y mi hermana a explicarnos cada uno y sus funciones.
—Hermanos, interesante —aprovechando que el semáforo estaba en rojo, me voltea a ver dedicándome una sonrisa—. ¿Eres la mayor o menor?
—Menor; mi hermana Saray es la mayor y mi hermano Mikael es el del medio. Saray es mamá de dos niños preciosos y Mikael tiene una banda.

Durante el viaje, él se mantiene atento a cada comentario que hago; jugamos un juego para intentar adivinar a dónde nos dirigíamos.
—No puedo creer que seas tan mala para adivinar —la risa de Alessandro sigue después de mi comentario—. Pero ya que insistes, te lo diré: nos dirigimos a un restaurante de comida italiana.
—¿Italiana? Así que extrañas tu país, la reunión en tu casa también fue comida Italiana. —sus ojos se posan en mí por un segundo para darme un guiño.

El restaurante es muy lindo, se encuentra cerca de la ciudad pero mantiene un ambiente cálido, con una zona al aire libre con vista a un lago.
—La verdad, hace tiempo que no como comida italiana, únicamente he probado lo que cocinaste esa vez, así que, Sr. Alessandro, ¿podría darme usted su humilde recomendación del menú?
Su risa me contagia mientras me abre espacio para sentarme y luego colocarse en su respectivo asiento.
—Por supuesto, señorita Samara; es un placer recomendarle la comida de mi país.

Mientras Alessandro me comentaba cada detalle del menú, no podía evitar preguntarme qué le habrá interesado de mí. No quiero decir que me considere una persona fea, pero sí normal.
—Este lugar es perfecto para pintar; su paisaje tiene un aura muy inspiradora.
—¿Dibuja? Eso es interesante; enséñame una de tus obras más adelante.
—Pintaba; hace tiempo dejé de hacerlo.
—¿Lo extrañas? ¿Por qué lo dejaste si lo ibas a extrañar?
—¡Oh, Alessandro! Todavía no me siento lista para pasar a esta etapa en nuestra relación —bromeé—, pero más adelante te lo contaré.
—No tienes que presionarte a nada, lo esperaré con ansias —aclara, con paciencia infinita.

Nuestra comida llegó; Alessandro se pidió un plato de pasta al pesto y yo escogí uno de los platos que él me recomendó.

—¡Ah! Me siento tan lleno que podría explotar —comentó Alessandro, lo que me pareció acertado, entre charlas, risas y comida terminamos comprando más de lo que planeamos.
—La comida de tu país es sin duda deliciosa; hacía tiempo que no comía tanto —digo mientras caminamos por un parque cerca del restaurante.

El ambiente se sentía cálido pese a estar entrando al otoño. Alessandro es una persona interesante, conoce muchos países, culturas e historia. Durante estas horas, se encargó de mantener la conversación y guiarla cuando me desviaba. Este tipo de detalles son extraños para mí; pocas veces alguien prestó atención a mis historias como él lo hace.

-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-

Alessandro:

—¿Vas a salir? —La mirada de Leandro se fija en mi atuendo; y es que después de la salida al bar, donde Samara y yo tuvimos una conversación interesante y también el día que las recibí en casa, acordamos un café juntos. —¿No tenías trabajo pendiente?

—Bueno, tengo el privilegio de tomar el tiempo que quiera para terminar mi trabajo, Leo —respondo, acomodándome la chaqueta.

—Está bien, solo asegúrate de no atrasarte demasiado —agrega mientras vuelve a sus documentos, con una sonrisa ligera.

Mientras cierro la oficina y me preparo para salir, pienso un poco en mí mismo. Soy alguien acostumbrado a llevar el control, a organizar cada detalle, pero a veces, situaciones simples como estas me sacan de mi rutina y me hacen sentir curioso por conocer más a la otra persona. Hoy solo será un café, una conversación ligera, nada más… aunque debo admitir que hay un interés genuino en entender quién es realmente Samara.

//////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////

Daba gracias a la vida que mi nerviosismo no fuera visible para Samara; desde el día que la vi me llamó la atención. Sinceramente, no esperaba que aceptara salir ni lo cómodo que se sentía el ambiente entre nosotros.

La menor de tres hermanos; papás farmacéuticos, dos sobrinos que la adoran, disfruta leer novelas, ver documentales, series y animes, ¿pintaba? Me pregunto por qué lo dejó. Cada detalle que me contó intento almacenarlo en mi memoria; sus gustos son normales, pero eso la hace increíble.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.