Oficina y llamadas
Alessandro
El día había empezado con un café fuerte y la sensación de que Luka estaba en uno de esos modos “serio absoluto” que no admiten interrupciones. Entré a su oficina, dejando que la puerta se cerrara detrás de mí, y lo encontré revisando unos informes con la concentración de alguien que parecía capaz de leer mentes.
—Alessandro —dijo, sin levantar la vista—. ¿Cómo va lo de Samara? —pregunta directa, como quien dispara un cañón.
Me quedé un segundo congelado, y luego sonreí con un toque de ironía.
—¿Lo de Samara? Va bien… bien divertido, si te refieres a su habilidad para no contestar rápido los mensajes o cómo se encarga de meterse en mi cabeza de vez en cuando—respondí, dejando el café sobre su escritorio.
Luka me lanzó una mirada que mezclaba incredulidad y desaprobación.
—No te estoy preguntando si te hace tropezar con tus propias palabras, Alessandro. ¿La… quieres? —la pregunta salió como un disparo.
Sonreí aún más, divertido por la seriedad con la que Luka formulaba la cuestión.
—¿Yo? Claro… la quiero… como amiga —dije con exagerada calma, solo para provocar—. Pero bueno, ¿y tú? ¿Qué tal con Eliana? La veo siempre con esa expresión concentrada y tranquila, como si pudiera resolver todos los problemas del mundo sin mover un músculo.
Luka levantó la vista y arqueó una ceja, claramente sorprendido de que yo pudiera responderle con la misma ligereza que él me estaba lanzando.
—Ella es… diferente. Seria, organizada, inteligente. No como vos, que parecés flotar entre la vida y el café.
—Ah… ¿ves? ¡Ese es mi encanto! —reí—. Flotar entre la vida y el café, mantener la calma mientras el mundo se desmorona, eso también es un arte.
Luka no se rió, pero por un segundo sus hombros se relajaron, y yo aproveché para inclinarme hacia su escritorio, mirando los papeles de manera inocente.
—Pero en serio… Samara es increíble. Y no, no es solo porque se une a mis planes —dije con una sonrisa—. Tiene algo que hace que incluso mis ideas absurdas tengan sentido.
—Hm… —respondió Luka, cruzando los brazos—. Parece que estás más atrapado de lo que pensás admitir.
—Puede ser… —admití con una sonrisa traviesa—. Pero tranquilo, hermano, lo estoy manejando.
Mientras hablábamos, me puse a revisar algunos informes que Luka me había dejado para que le ayudara: la oficina de Luka en Canadá era ahora la sucursal principal de la empresa de periodismo que su familia tenía en Italia. La empresa contaba con dos oficinas históricas en Milán y Roma, administradas por su hermano, mientras que Luka había tomado el control de la expansión canadiense. La compañía se dedicaba a cubrir noticias culturales, económicas y de entretenimiento, y Luka había logrado posicionarla como una referencia internacional.
Entre papeles y llamadas, me dediqué a organizar estrategias de publicación, revisar contratos de colaboradores y aportar ideas para nuevos proyectos de contenido, además lograba adelantar trabajo de mi empresa,mi padre al estar al mando de nuestra empresa no me mantiene tan ocupado. Luka me observaba de vez en cuando, siempre serio, pero sin interrumpir demasiado.
—Debo admitir algo, Alessandro —dijo de repente—. Tenés un talento para mantener la calma mientras todos a tu alrededor parecen entrar en pánico. No sé si es admirable o irritante.
—Tomémoslo como una combinación de ambos —respondí con una sonrisa—. Igual, no te preocupes, la empresa está en buenas manos, incluso si yo hago algo del trabajo pesado.
Luka no se rió, pero por un instante noté cómo sus hombros se relajaban.
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Samara:
Mi día en la oficina había sido interminable. Entre organizar agendas, responder correos y preparar presentaciones, apenas tuve tiempo de respirar, Eliana me mantenia moviendome de un lado al otro. Aun así, me sentía satisfecha; cada tarea completada era un pequeño logro.
En un descanso, marqué el número de mis padres y esperé mientras sonaban los tonos. La voz de mi madre apareció con esa energía que siempre me hacía sonreír:
—¡Samara! ¿Cómo estás?
—Bien… solo ocupada como siempre —respondí, sonriendo al escuchar las voces de mis padres y sentir esa calidez familiar que me tranquilizaba.
Hablamos sobre Nikolas y Sebastián Jr., mis sobrinos, y de cómo la familia seguía creciendo y cambiando. Mi padre me dio consejos sobre la paciencia y la perseverancia, mientras que mi madre me recordaba lo orgullosos que estaban de mí por estar tan organizada aun estando tan lejos de ellos.
—Sabés, Samara —dijo mi madre al final—, no dejes que el trabajo te consuma, pero tampoco pierdas la emoción de hacer lo que amás. Siempre recordá disfrutar de cada momento.
—Lo haré, mamá —respondí, sintiéndome más ligera, como si por un momento todo el estrés del día se hubiera diluido.
—Oh! También olvidaba decirte, Mikael se presentara dentro de 5 meses en tu ciudad, no pierdas la oportunidad de ver a tu hermano, dile a Eliana y a los gemelos que vayan contigo— Agregó mi padre
Mientras colgaba, no podía dejar de pensar en Alessandro, en la salida al café que tuvimos. Era imposible no sonreír. Pero el sentimiento de que traicionaba a Felipe tras no pensarlo tan seguido me impedia sentir esto por Alessandro.