La noche continuaba su danza mágica alrededor de Lyra y Orion, mientras sus cuerpos se entrelazaban en un abrazo que parecía desafiar al tiempo. La brisa suave acariciaba sus pieles, pero era el calor de su conexión lo que realmente los envolvía.
Lyra sentía cada latido de su corazón resonar en su pecho mientras se perdía en los ojos oscuros de Orion. Había una chispa en su mirada que prometía aventuras y descubrimientos, un deseo que iba más allá de lo físico. Pero esa noche, la atracción era innegable y estaba lista para ser explorada.
Orion inclinó su cabeza hacia ella, sus labios encontrando nuevamente los de Lyra con una urgencia apremiante. El beso comenzó suave, pero rápidamente se transformó en una explosión de anhelos reprimidos. Sus lenguas danzaban con una pasión ardiente, cada roce enviando ondas de electricidad por sus cuerpos.
Lyra dejó escapar un gemido bajo cuando Orion deslizó su mano por su espalda, sintiendo la textura de su piel bajo sus dedos. Era como si cada caricia encendiera una llama dentro de ella, un fuego que la consumía lentamente. Se entregó al momento, permitiendo que cada toque lo acercara más a ella.
“Orion”, susurró Lyra entre besos, sintiendo cómo la intensidad del momento crecía. “No puedo… no quiero que esto termine”.
Orion respondió con un murmullo profundo, una mezcla de deseo y devoción. “Nunca lo hará”, prometió, mientras sus manos exploraban el contorno de su figura; bajaron lentamente por sus costados y se detuvieron en su cintura, apretando suavemente.
Lyra cerró los ojos y se dejó llevar por la sensación. Cada caricia de Orion era como fuego en su piel; las yemas de sus dedos parecían dejar un rastro ardiente a su paso. Ella arqueó la espalda, buscando más contacto mientras un gemido involuntario escapaba de sus labios.
“Eres perfecta”, murmuró Orion contra su cuello, dejando pequeños besos a lo largo de su piel suave. Cada beso provocaba que Lyra se estremeciera, haciendo que el deseo burbujeara aún más dentro de ella.
“Dame más”, le pidió Lyra con voz entrecortada, sintiendo cómo la necesidad la consumía por completo. Quería explorar cada rincón del amor que compartían, sin límites ni reservas.
Orion tomó su rostro entre sus manos y la miró fijamente a los ojos. “Te haré sentir todo lo que mereces”, prometió antes de volver a capturar sus labios con pasión renovada.
Sus cuerpos se movían al compás del deseo; las manos de Lyra buscaban el cabello desordenado de Orion mientras él acariciaba su muslo suavemente. Las caricias se volvían más intensas, más atrevidas; cada roce provocaba nuevos gemidos que llenaban el aire nocturno.
Lyra sintió cómo las manos de Orion exploraban lentamente la curva de su cadera antes de viajar hacia arriba, acariciando suavemente la parte baja de su espalda. Ella se archó hacia él nuevamente, deseando sentirlo aún más cerca.
“Orion…”, suspiró Lyra con intensidad mientras él dejaba un rastro cálido con sus besos desde su cuello hacia el borde de su vestido. La anticipación crecía como una ola imparable; estaba lista para entregarse por completo a esa conexión ardiente entre ellos.
“Quiero que sientas lo que yo siento”, dijo Orion con voz grave y llena de deseo mientras bajaba las manos hasta encontrar las piernas delicadas de Lyra. Sus dedos trazaron líneas imaginarias sobre su piel expuesta mientras ella gemía suavemente ante el contacto electrizante.
El entorno desaparecía; solo existían ellos dos en ese momento perfecto donde el tiempo parecía haberse detenido. La luna iluminaba sus rostros y las estrellas brillaban como testigos silenciosos del amor que florecía entre ellos.
Lyra tomó la mano de Orion y la llevó hacia su corazón palpitante. “Siente esto”, le pidió mientras él sonreía al darse cuenta del efecto que tenía sobre ella.
“Lo siento”, respondió él con sinceridad antes de acercarse nuevamente para capturarla en otro beso profundo y lleno de promesas, dejando atrás cualquier duda o miedo.
La noche continuaba envolviéndolos en su manto oscuro mientras exploraban juntos los límites del deseo y el amor verdadero, dejando huellas imborrables en sus corazones.
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